lunes, 11 de noviembre de 2013

LA SEMANITA INGLESA


Han llegado nuestros amigos ingleses Peter y Janice, un peculiar matrimonio londinense que conoció Susana causalmente en la cola de una ventanilla administrativa del Ayuntamiento de Chiclana y les hizo el favor de hacerles de intérprete en una situación tragicómica donde ni la funcionaria hablaba  inglés ni los ingleses hablaban español. De esto hace ya seis años y, por su puesto, los ingleses, como buenos ingleses que son, siguen sin hablar ni una palabra de español, vamos, ni papa, que se dice.

Desde entonces hemos entablado y forjado una amistad fuerte hasta el punto de que, siendo tan pocos los años que hace que nos conocemos, hemos ido a la boda de uno de sus hijos en Londres, con todos los gastos pagados; hemos estado como invitados tres veces en una casa que tienen en el sur de Francia; y el hijo mayor de Susana, Antonio, ha estado en San Diego, en California, en casa de Neal, el hijo mayor de este curioso matrimonio, durante un mes para perfeccionar su inglés, porque en esta casa nuestra, salvo yo, todos hablan un inglés envidiable y, a decir de los propios ingleses, con un perfecto acento de Sussex.

Ellos, y sus hijos y nueras y nietos,  han estado todos en Chiclana, y, siempre que han venido, nosotros los hemos atendido como unos anfitriones de categoría y los hemos invitado a casa donde les hemos ofrecido, además de todo el cariño que se merecen, platos de cocina típica española, la de verdad, la que no van a encontrar en los restaurantes.

En contra de lo que en principio pueda uno anticipar mentalmente por el hecho de que son ingleses, son dos personas bajitas. Él dice, a modo de broma y sobre la base del estereotipo español, que le gusta venir a España porque así no se siente bajito, pero la verdad es que incluso los españoles que están por debajo de la media de estatura son más altos que él, y tampoco los ingleses son más altos que nosotros como regla general, pero bueno, se le admite como broma.

Son estupendas personas, muy generosas, y él, además, es un bromista tremendo, aspecto que es sorprendente porque no forma parte de lo que uno puede entender que es el humor inglés, más bien se podría decir que es un humor latino, con una ironía tremenda y es difícil que no encuentre una punta de chiste, jocosidad y gracia en casi todo.

Si embargo, son dos los problemas que a mí personalmente me genera esta relación y aunque ninguno de los dos son problemas graves, sí que de alguna manera sus visitas las vivo con una cierta desgana inicial que después, a medida que pasan los 7 u 8 días que suelen estar las dos o tres veces que vienen cada año, se va diluyendo hasta desaparecer totalmente.

El primero de los problemas es el idiomático. Susana habla un inglés, tal como ya he dicho, envidiable; los niños, también hablan un inglés muy fluido que les permite, según observo, atender cualquier situación  o conversación sin problemas. Y yo, que soy el que queda, no hablo inglés, lo chapurreo, puedo entender muy bien cuando lo leo pero me cuesta la misma vida entender cuando es hablado, máxime cuando es cockney lo que ellos hablan, y, habida cuenta que no estoy dispuesto a sobreentender como hacía hace unos años, porque los sobreentendidos me han llevado a muchas confusiones, mi papel en estas reuniones es un pelín marginal, pues no estoy sincronizado con lo que se está hablando y necesito de vez en cuando, cuando ya estoy totalmente perdido de lo que se está hablando, una “pausa traductora” para que Susana me aclare los términos de la conversación o de lo que se está diciendo, o, a la inversa, necesito ante mi imposibilidad de expresar una idea en inglés que sea ella la que la traduzca. En este último caso se añade la dificultad de que Susana traduce lo que a ella le parece oportuno y no la literalidad o intencionalidad de lo que quiero transmitir, porque ella, que sí está al cabo exacto de la conversación, entiende que lo que quiero que se traduzca está algo fuera de contexto, todo lo cual añade un poco más de incomodidad para mi. En fin, un problema, sobre todo cuando la conversación versa sobre aspectos no superficiales.

El otro problema es que Peter, como buen británico, se bebe todo lo que haya que beberse y siempre le parece poco lo que se ha bebido. Realmente esto no seria un problema, pues lo que él beba o deje de beber es algo que sólo a él incumbe, si no fuera porque arrastra con él a todo el que está a sus alrededor que, dado que Susana no bebe alcohol, soy yo (y ,en menor medida, su mujer Janice). Siempre se podrá decir que me puedo resistir, pero ahí entra en juego la peculiar persistencia de este londinense, que te termina poniendo encima de la mesa, por más que le insistas en sentido contrario, un par de cervezas de trigo fermentado que con más o menos gusto terminas bebiéndote

Le encanta ir a un pub irlandés que está en la zona de la playa porque allí ponen cerveza de la que toma en su país, aparte de que el local sea muy agradable, haya música en vivo y siempre tenga mucho ambiente, y siempre pide las pintas de cerveza de dos en dos, pero no una para cada uno de nosotros sino dos para cada uno, total como esa cerveza no hay que tomarla fría…

El resultado termina siendo el lógico: él acaba como una cuba, pues bebe muchísimo más que lo máximo que yo pueda beber, y yo termino tocado pero sin perder nunca la compostura, pero con el olor mitad dulzón mitad manzana que tiene ese tipo de cerveza impregnando todo mi cuerpo.

Ayer sin ir más lejos, llegaron desde Londres a Chiclana a las 10 de la noche, y nos citaron en el pub irlandés a las 10 y cuarto, vamos que no perdió un minuto. Cuando llegamos sobre las 10 y media, ya se había bebido dos pintas de cerveza, y cada pinta es algo más de medio litro. Puede cualquiera imaginar cuántas pintas de cervezas se ha bebido este simpático pirata inglés tres horas después.

También es digno de imaginar, además de compadecer, mi nivel de comunicación con mi escaso dominio de la lengua de Shakespeare, en ese ambiente tan ruidoso como es un pub, y a todo eso añádase el show de música en directo que determinados grupos de aficionados llevan a cabo en el lugar, normalmente actuaciones muy agradables pero que ayer, por mor de la mala suerte, vino a ser un grupo de rock que cantaban en algo tan indefinido que Peter preguntó si cantaban en español cuando Susana y yo entendíamos que estaban cantando en inglés.

En fin, toda una semana inglesa por delante. Procuraré no morir en el intento.

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