domingo, 29 de septiembre de 2013

COSCÓN



¿Cuánto tiempo se puede uno quedar extasiado delante de la chimenea mirando el fuego sin cansarse, un día de invierno de mucho frío?. ¿Cuánto tiempo puede uno quedarse mirando el mar sin cansarse, un día de primavera despejado y sin viento?. Depende de cada uno y de las circunstancias, pero todos pensamos que podríamos hacerlo casi eternamente.

Hay muchas acciones que, aunque parezca contradictorio, implican intrínsecamente pasividad, como las mencionadas, que por ser ambas cosas, acción y pasividad, tienen la capacidad de producir una sensación de placer que a todos nos gusta.

Ayer sábado y hoy domingo por la mañana hemos tenido en casa a varios amigos de Gonzalo, el pequeño de Susana, que, como es propio en plena adolescencia, ha querido pasar con los amigos una noche en blanco o no tan en blanco pero que de alguna manera implica estar despierto hasta altas horas de la madrugada. Han sido cuatro amigos los  que se han quedado a pasar la noche.

El ruido y el escándalo ha sido el propio de este tipo de reuniones nocturnas, pese a las advertencias, amenazas y admoniciones que, tanto antes de empezar la noche como cuando nos fuimos a la cama, se llevaron a cabo  por Susana y por mí mismo.

Todo ha sido, pese al ruido y las risotadas que se oían, conforme a lo previsto pues ya sería llamativo que cinco chiquillos de 14 y 15 años pasaran la madrugada en silencio y yéndose a dormir a las 11 de la noche de un sábado. Afortunadamente, no pasaron ninguna línea que hubiera supuesto que pasaran la noche al raso, aunque no creo que Susana me hubiera dejado tomar una medida de este tipo.

Yo, sin embargo, en la casa de mis padres en Valdelagrana, en una ocasión en que se quedaron unos amigos del colegio a dormir – tan sólo recuerdo de entre los que se quedaron a Juanito Belmonte, no sé quiénes eran el resto, aunque seríamos 4 conmigo-, recuerdo que mi padre, ya enfadado con el escándalo que estábamos montando en plena noche, nos sacó al garaje, que no era más que un techado adosado a la casa, y nos dejó toda la noche durmiendo allí sobre los cojines de los muebles del jardín. Lo pasamos de miedo, como corresponde a esa edad. Al menos así lo tengo en la memoria.

Se me vienen a la memoria otras ocasiones en que también hubo fuerzas antidisturbios en plena madrugada y mis amigos y yo o mis primos, mi hermano y yo fuimos puestos rápidamente bajo arresto para traer la tranquilidad a la madrugada.

Bien, este tipo de reuniones, que tienen más de inocente que de culpable, el mayor inconveniente que arrastran es que duermes mal o te despiertas en varias ocasiones a lo largo de la noche porque escuchas ruidos a los que no estás acostumbrado. Cuando te despiertas, estás cansado y terminas tumbándote en el sofá una vez que has desayunado para intentar recuperar fuerzas.

Puedes leer el periódico, oír música o ver algo de televisión. O no hacer nada, esperando que te llegue el sueño para dar una cabezadita y recuperarte de cansancio.

Y así estaba yo esta mañana. Pero tuve la suerte de que el día amenazaba lluvia y venían de poniente unas nubes algodonosas preñadas de agua que, a esa hora de la mañana, se intercalaban con grandes claros –la lluvia vendría más avanzado el día-, y eso atrajo mi atención. Empecé a dar forma a las nubes que pasaban y a ver caras de enanos, indios, monstruos, harpías y otros animales fantásticos. Desde el sofá veía las nubes, y me extasiaba con ellas. Estuve bastante tiempo en esa” acción pasiva” y podría haber estado así el día entero pero, en un momento dado, Susana vino y me ofreció darme un masajito, más bien hacerme cosquillas, en la cabeza y en la espalda y, la verdad, si placentero es estar ante la chimenea en invierno, ver el mar en primavera, o extasiarse ante las figuras caprichosas de las nubes matutinas tras una noche no bien descansada, mucho más es que te toqueteen la espalda o la cabeza. Me encanta.

Soy un auténtico coscón.

sábado, 28 de septiembre de 2013

LA MANCHA DE MORA CON OTRA VERDE SE QUITA



Hoy hemos tenido el placer de tener y atender en Chiclana a mi hermana María José y a su marido, Juan Ignacio. Hace tiempo que tenía pendiente esta invitación que, por razones varias, habíamos ido posponiendo pero que no quería que se demorara mucho más.

Tal como lo expreso parece que fuera un compromiso, pero no lo era en absoluto. Bien es cierto que esta cita ha sido, en parte, una manera de corresponder a una ocasión anterior en que nosotros estuvimos en Valdelagrana - donde ellos viven-, o Valdela – como él la denomina-, y salimos a tomar unas tapas y vinos y, bien fuera porque me entretuve con la conversación, bien porque era desconocedor de los hábitos que ellos y otras personas que estaban en el grupo y que son con los que ellos hacen sus rondas de bares, lo cierto es que no pagué ninguna ronda salvo la última en el ultimo bar donde estuvimos que, además, ya fue la de menor envergadura. Puñetas!!, estaba tan ajeno a la costumbre que no fui capaz de estar lo suficientemente atento como para pedir la cuenta y pagar, salvo la excepción mencionada.

No me gusta nada parecer que quiero escurrir el bulto de pagar la ronda de cervezas y tapas que me toque, y digo parecer porque, desde el punto de la intencionalidad, voluntad de eludir el pago, ninguna. Por eso, cuando alguna vez me ha pasado esto o algo parecido, me queda una sensación que no llevo bien, por lo que procuro quitármela de encima lo más pronto posible invitando expresamente. Como queriendo aplicar a estas casualidades el refrán que dice que la mancha de mora con otra verde se quita, es decir, que una omisión se contrarresta con una acción expresa.

Lo cierto es que los hábitos cambian según los grupos. Uno sabe perfectamente, con las personas con las que se mueve habitualmente, cuándo debe  levantarse, pedir la cuenta y pagar,  o cuándo pagar a medias, pero puede desorientarse al moverse con un grupo nuevo o no habitual, por lo que debe estar especialmente atento para invitar a la ronda que corresponda. En aquella ocasión, en Valdelagrana, cuando venía a darme cuenta, ya se había pagado la cuenta.

Tengo hábito de verme con María José y Juan Ignacio en reuniones familiares, en casa de uno o de otro, pero la verdad, no es corriente que nos veamos en la calle, en bares y restaurantes, lo que ha hecho especialmente más agradable esta salida.

Esta mañana, cuando leía la prensa en Internet, y entre la prensa incluyo el blog de Bardallur, blog genuinamente aragonés que, oh, curiosidades de la vida, mantiene, alimenta y anima Juan Ignacio desde la mismísima Andalucía, pude ver un comentario de él en el que decía que hoy venían a  Chiclana, a nuestra casa, y que a buen seguro Susana, preparase lo que preparase, pondría a la mesa un magnífico plato. Cuando llegaron, los sacamos de dudas y les dijimos que la invitación era por el centro de Chiclana.

Hemos estado en tres locales diferentes y hemos tomado un buen vino, ha elegido Juan Ignacio, y hemos comido diferentes platos, aunque  yo, personalmente, me quedo con el tartar de atún y con unas alcachofas al ajillo que me encantan (en la foto).

Hemos pasado un rato muy agradable. Tanto María José como Juan Ignacio tienen muy buena conversación y, curiosidad también, salvo de la familia, hemos hablado de muchas cosas, todas ellas interesantes.

Espero se repita.


viernes, 27 de septiembre de 2013

TU MIRADA

La línea mágica de tu sonrisa
me estremece y me subyuga.
Basta una mirada tuya
desde esos ojos limpios
sobre la línea de tu sonrisa
para quedarme desarmado
y con las maldades caídas,
resbalando, diluidas.
Basta una mirada tuya
para levantarme indemne
y comenzar de nuevo.
Basta una mirada tuya
sobre la maravillosa línea de tu sonrisa
para saber que te quiero,
para saber que me quieres.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

PARA MÍ, MEDIA TOSTADA


Cuando cumplí 50 años, Inés, la hermana de Susana, me regaló una mochila para ir al gimnasio, de donde deduzco que debo llevar algo más de 3 años yendo con regularidad al centro deportivo, porque no creo que me hiciera ese regalo porque sí, ni que yo empezara a hacer ejercicio para amortizarlo, ya sería raro.

Este dato del momento en que empecé a hacer ejercicio de forma asidua y sometido a una tabla de ejercicios establecida por un profesional en la materia, era algo de lo que no era muy consciente –seguramente porque me da exactamente igual el tiempo que haga que voy al gimnasio-, pero tomé consciencia de ello hace poco de forma causal cuando comentaba con Susana cómo el cuerpo se va a adaptando al ejercicio poco a poco y lo que al principio parece un mundo desde el punto de vista de la resistencia física, pasado un tiempo, ya parece menos y menos, hasta que pasas a un nivel superior y el objetivo primero queda superado. Le comentaba cómo, al principio, diez minutos de carrera en cinta suponían un esfuerzo titánico hasta el punto de que los cinco minutos eran la barrera psicológica a partir de la cual empezaba la cuenta atrás. Y hablando y  hablando sobre el tema y sobre el tiempo en el que el cuerpo va superando los retos físicos, concluimos este dato a partir del regalo con ocasión de mi quincuagésimo cumpleaños.

Yo, realmente, no noto mucho los efectos de hacer ejercicio regularmente. Y no es que haga poco. Voy, prácticamente, cinco veces a la semana y todas las veces corro en cinta 45 minutos y después hago una tabla suave de ejercicios que afectan a todo el cuerpo y que tardo en llevar a cabo aproximadamente una hora, si bien es verdad que hay veces que, por el cansancio, la reduzco un poco.

Es verdad que me encuentro tonificado, que los dolores de espalda por el trabajo diario ante la mesa del despacho desaparecieron y ya ni me acuerdo, que soy capaz de montar en bici por dos horas sin mayores consecuencias, de hacer grandes caminatas también sin consecuencias físicas y que, en general, me siento en forma.

Sin embargo, el efecto principal perseguido, reducir la barriga (eso ahora, porque cuando empecé el objetivo era suprimirla, pero el tiempo me ha puesto en mi sitio), no lo he conseguido en ningún momento. Me aproximo al objetivo más o menos, pero siempre queda lejos. No creo que sea un problema de cantidad de ejercicio sino de ingesta. Me insiste el entrenador ( se llama Miguel y es un tío muy simpático, muy motivado y de trato exquisito) en que la mayor parte del éxito en la pérdida de la barriga está en comer poco y adecuadamente.

La verdad es que, salvo los fines de semana, no como mucho. Siempre me quedo con hambre y si por mí fuera, comería el doble de lo que como y me pondría de bocadillos de chorizo y de galletas hasta “arriba”.

Me encanta comer y sólo me paso la línea roja el día de Nochebuena, Navidad y alguna que otra reunión familiar. En el resto de las ocasiones me quedo con ganas de comer más y de forma voluntaria me reprimo. Pero es para nada. Aunque como dice Susana, imagina cómo sería si no hicieras ejercicio y comieras todo lo que te da la gana.

Uno, que no puede ocultar su realidad porque eso no se puede ocultar, es objeto de broma cariñosa por los compañeros del trabajo con los que desayuno, ya que son sabedores de mi permanente hambre y conocedores de que tan sólo tomo una taza de té y media tostada con aceite, aprovechan cuando piden ellos – cada vez pide uno – para pedirme la tostada completa y cuando la ponen en la mesa, me dicen que se han equivocado y que me han pedido la tostada entera, pero que si no me la como yo se la comen ellos. Por supuesto, yo siempre les digo que no importa que me la voy a comer yo ya que, al fin y al cabo, tengo hambre para eso y para mucho más.

martes, 24 de septiembre de 2013

"MASNINO"

Hace ya tiempo que viene utilizándose de forma generalizada el símbolo de la arroba, @, para representar un nuevo género gramatical que bien podríamos llamar “masnino” por aquello de que incluye tanto el género gramatical masculino como el femenino. Este nuevo género tiene tanto número singular como plural, y no se da para todas las palabras sino sólo para aquellas que vienen referidas a personas o sus oficios, siempre que el  masculino acabe en o y el femenino en a. Así podremos encontrar textos que digan “nuestr@s bomber@s”, pero no “nuestr@s juec@s”.
 
Parece que esta moda se ha impuesto con ocasión de las luchas y los avances en el papel de la mujer en la sociedad y del plano de igualdad que éste debe tener con respecto al hombre. Pero esta justificación del porqué de esta moda nos puede dar pista sobre el momento histórico en que surge, pero es difícil entenderla desde un punto de vista gramatical, al menos en una persona como yo, educado en las reglas clásicas del castellano.
 
Cuando décadas atrás esta costumbre empezó a ponerse de moda, estaba relegada al ámbito informal y al mundo de la publicidad, sobre todo de la no comercial, que intentaba hacer hincapié en la igualdad de hombres y mujeres. Podía verse, en este sentido de la publicidad no comercial, muy utilizado en los documentos de los sindicatos, en los documentos de los movimientos asociativos y en otros entornos donde, ya digo, se quería resaltar la idea de que los hombres y las mujeres son personas con los mismos derechos sin existencia de planos de superioridad, más allá del que cada cual imponga en función de su inteligencia y su esfuerzo, sea hombre o mujer.
 
A mí, personalmente, nunca me hizo falta  que nadie me convenciera de esta verdad universal de igualdad entre sexos, pues fui educado en esta idea y para mí forma parte de lo natural, digamos que del Derecho Natural. El mérito tengo que atribuírselo en exclusiva a mi madre. Mi padre no se oponía a la idea, pero una cosa era pensarlo y otra actuar con el convencimiento de que hombres y mujeres son iguales. Mi madre nos enseñó, nos inculcó, nos mentalizó y nos corrigió cuando fue necesario, que el principio de igualdad de hombres y mujeres es consustancial a la naturaleza humana, y no digo que debe ser consustancial sino que es consustancial. ¿Cómo lo hizo? Bien fácil: con su ejemplo. Ni más ni menos. En su comportamiento, en sus decisiones, en su actuación en general, pudimos ver este principio. 
 
Pero claro, una cosa es la igualdad de sexos y otra la mezcla de géneros gramaticales. Ahí, para estas lides, estaba mi padre. Para la gramática y para las palabras estaba mi padre, que rápido te obligaba a consultar diccionarios, gramáticas y enciclopedias. Y eso marca. Y a mi me marcó.
 
Probablemente por esa razón, ahora que el “masnino” ya ha abandonado el ámbito informal al que me refería antes y amenaza con  instalarse en los ámbitos más formales, yo me rebelo y me resisto.
 
Lo digo porque últimamente, desde la Dirección General de la que depende mi actividad, -administrativamente su titular es el segundo de a bordo del Viceconsejero del ramo y con rango, obviamente, de director general-, me están llegando documentos que se dirigen a toda la red administrativa, a las personas que la constituimos, como “tod@s”.
 
Me subo por las paredes. Creo que esto es una “horterada” y no responde a ninguna regla de la gramática. Pero la ola crece y crece.
 
Hace tiempo que la no discriminación en el lenguaje forma parte de los objetivos del sector donde trabajo, pero creo que una cosa es el leguaje no discriminatorio y otra asesinar a los géneros gramaticales y de paso a las reglas que sustentan la gramática.
 
Viendo venir hasta dónde iba a llegar esto, hace tiempo que me tomo la molestia de poner en los documentos que elaboro o en los que coordino su elaboración  y que están destinados a ser utilizados por la generalidad del público o de los trabajadores, una nota como la que podéis leer en la fotografía que a continuación os muestro y que está extraída de uno de esos documentos elaborados por mí.


No sé si las mujeres y hombres que estamos en esta batalla saldremos ilesos de ella o no. ¿O será iles@s?.

lunes, 23 de septiembre de 2013

"ES LO QUE TIENE"


En la festividad de los Reyes Magos de este año, allá por el mes de enero, mi hermano Antonio me regaló un ciprés. Un ejemplar joven, sembrado en maceta, de unos dos metros de tronco.

Hizo bien en regalármelo porque lo sembré en el paso de entrada a la casa y siempre que lo veo me acuerdo de él, que es siempre que paso y como es punto  obligado tanto para entrar como  para salir de la casa, son muchas las ocasiones. Es algo mecánico, es ver el ciprés y acordarme de mi hermano. Es como si él mismo estuviera ahí y  me dijera hola, buenos días o buenas noches, como si fuera un habitante permanente instalado en el jardín de la casa.

Lo mantuve en su maceta hasta que decidimos el lugar donde definitivamente  se iba a plantar lo que vino a hacerse en el mes de marzo, cuando definitivamente se replanteó el jardín y, con no poco esfuerzo de todo tipo, terminamos por acabarlo de arreglar.

Al principio de haberse sembrado, los vientos de levante y poniente que, ya sabemos, en esta parte soplan con fuerza muchos días, lo tenían sometido a un vaivén que llegué a temer por su existencia, por lo que pedí al jardinero que le pusiese una guía que lo ayudara a combatir los vientos mientras su tronco no tuviera una consistencia de robustez suficiente para mantenerse erguido frente a los eolos gaditanos. La guía, además de la función que le es propia, me ha servido como referencia para observar el crecimiento del árbol.

Cuando lo sembramos pensé que no necesitaría más agua que la que el cielo le diera de manera natural, por lo que no lo sometía a riego ninguno. Un día el jardinero lo vio y me dijo que estaba falto de agua. Le comenté que creía que no había que regarlo y él con esa filosofía de las personas que no dominan bien el lenguaje hablado me dijo: “es lo que tiene”.

“Es lo que tiene” es una expresión que me encanta oírsela al jardinero, que él la utiliza para casi todo. Por ejemplo, cuando le digo que la urea no ha verdeado bien el césped, y quiero que me dé alguna razón lógica que lo explique para corregir la próxima vez, me dice: Álvaro, la urea es lo que tiene. Y ahí queda eso. Susana o yo debemos interpretar. Hemos llegado a la conclusión de que “es lo que tiene” significa, “es obvio por la propia naturaleza de las cosas, de las personas o de las acciones que se llevan a cabo”.

Desde que me dijo lo del riego, lo hago a diario. Cuando llego del trabajo, aparco la moto, me quito el casco, cojo la cazadora matutina y guardo el casco donde estaba la cazadora, me dirijo a la manguera que hay junto al ciprés y, abriendo el grifo, le hago un riego abundante según yo entiendo hay que hacerlo. Espero no poner tanta agua que el ciprés se pudra, porque me veo al jardinero diciéndome: “Es lo que tiene”

El jardinero no trabaja en nuestra casa, sólo es conocido nuestro y algunas veces, cuando le planteo dudas de jardín, viene a casa y me aconseja o, más bien, tengo que deducir su consejo

A un par de metros del ciprés, tengo una maceta con hierbabuena que también riego todos los días. Lo hago en honor a mi madre. Todos los días cuando lo hago me acuerdo de ella. Es por remordimiento de un pensamiento de desdén que mentalmente le dediqué cuando ella, en cierta ocasión y comentándome sobre cuál era el mejor lugar para una maceta con hierbabuena que yo tenía años ha, me mencionó un recuerdo suyo sobre Villa Mercedes – la casa donde vivió sus mejores años- y lo bien que se daba la hierbabuena en determinado lugar de la casa. Fui soberbio y me pareció un mero anclaje en el pasado, por lo que mentalmente desprecié su observación. Pero mi madre, como siempre, tenía razón y mal le fue a aquella maceta hasta que adapté su cuidado a lo que mi madre me dijo. Pero desde entonces me remuerde la consciencia, no por la maceta, obviamente, sino porque, aunque ella ni se enteró y fuera de pensamiento, le hice un desdén . Todos los días me acuerdo cuando riego la maceta de hierbabuena y algo en mi interior de remueve, pero no dejo de regarla ningún día.

Susana que en ese momento del día está en la cocina preparando la mesa para el almuerzo, me ve y me sonríe a través del cristal. Es el momento de terminar el riego y volver a la realidad.

Mi hermano Antonio me regaló el  ciprés como ya he dicho. Previamente me quiso regalar una veleta que mis padres tenían en su casa de Valdelagrana pero le dije que no. Y el no fue con todo mi pesar, porque sé que él lo hacía con toda su buena intención y para que la pusiéramos en nuestra casa nueva. Pero no me gustan los anclajes al pasado, y esa veleta tiene más anclaje sentimental al pasado del que se puede imaginar. A mi entender el pasado está ahí, hay que rememorarlo, pero no anclarse al mismo. Puede ser peligroso.

EL regalo de Antonio fue un magnífico regalo, que espero lo disfrutemos todos y cada uno de lo días viéndolo crecer - ya ha incrementado su altura en algo más de un metro y cuarto- y fue un ejemplo excelente de la habilidad que tiene para analizar a cada uno de los destinatarios de sus regalos, qué le gusta, qué no, cuáles son sus circunstancias, etc., que hacen que el regalo fuera un acierto pleno.
 
No todos podemos tener las mismas habilidades. Es lo que tiene.

domingo, 22 de septiembre de 2013

HOY COMEMOS EN CASA



Algunas veces los domingos decidimos no ir a comer a ninguna parte y quedarnos en casa. No porque estemos aburridos o estemos ya con la cartera con más telarañas que billetes aunque, algunas veces, sea por esto último. En general el quedarnos en casa y prepararnos la comida es una elección puramente hedonista, ya que lo que andamos buscando es tranquilidad y la posibilidad de conversar sin interrupción; normalmente cuando hacemos esto o los niños están fuera el fin de semana o ese día no van a comer en casa.

Lo de conversar, dicho en expresión de aquí: lo de charlar, es lo nuestro. Charlamos por los codos y no paramos. Nos encanta conversar el uno con el otro. Algunas veces –nos ha pasado al menos en dos ocasiones- hemos ido al cine y en la espera hasta que termine la sesión anterior mientras compramos las palomitas, nos hemos distraído con la conversación y hemos terminado entrando en la sala al menos 10 o 15 minutos después de comenzada la película. Parece de tontos, quizá lo sea, pero nos ha ocurrido.

Recuerdo también una ocasión en el hammán de Chiclana que  nos tuvieron que avisar de que la sesión había concluido  porque nos pusimos a charlar tan a gusto en el agua templada y ni cuenta de que el tiempo había pasado y que todos se habían marchado.

El domingo que nos quedamos en casa a comer, obviamente, nos preparamos  nosotros la comida y eso también forma parte del atractivo de quedarse. Nos metemos los dos en la cocina y, aunque Susana tiene en esto del cocinar las riendas, nos ponemos mano a mano a preparar lo que previamente se haya decidido.

Yo hago labor de pinche. Susana, de cocinera. Susana es una magnífica cocinera, pero yo soy un magnífico pinche. Y una buena cocina sin un buen pinche ni es cocina ni es nada.

Me coloco a un lado de la zona de trabajo y Susana se coloca enfrente, pongo un refresco para ella –normalmente una coca-cola light con hielo y limón- y yo me pongo una copa de vino tinto o blanco dependiendo de qué sea lo que vayamos a comer.

Pero estoy seguro que si hubiese alguien observando no sería lo que charlamos lo que le llamaría la atención sino la limpieza y el orden con que nos movemos y actuamos en la cocina. Creo que es algo neurótico, pero no entendemos trabajar en la cocina de otra forma. Se ensucia, es consustancial a cocinar y preparar comida, pero después de cada paso, y digo de cada paso, se limpia, pues no admitimos –en nuestra casa, claro- que se pueda hacer de otra forma.

Esta obsesión por mantener limpio el campo de operaciones tiene  ventajas tales como que cuando acabas todo está ya recogido y, sobre todo, para los que comemos en la misma cocina, porque terminas disfrutando de la comida en un sitio ordenado y limpio, lo que también es esencial para disfrutar de las cosas del comer.

Nos encanta comer lo preparado en una mesa bien puesta, elegantemente puesta, lo que no quiere decir con elementos caros ni mucho menos, sino llena de color, con manteles y recipientes coloridos, con todos los tipos de cubiertos que se  vayan a necesitar según los diferentes platos que se vayan a tomar, con copas adecuadas al vino que se toma, etc., etc.

Desde que empezamos a preparar hasta que terminamos de recoger la mesa tardamos unas tres horas, pero son absolutamente relajantes y exorcizantes. Es un periodo de confidencias, de comunicar ilusiones, y también de realidades pequeñas y grandes, pero todo ello hablado alrededor de una buena comida – en preparación o ya preparada y comiéndola- y de un buen vino –o refresco, para el caso de Susana-, se convierte en algo sutil.

Para terminar siempre nos tomamos un té que es costumbre aportada por mí. Lo hacemos en el sofá y una vez que lo hemos recogido todo.

El té, caliente en invierno y frío, hielo y limón, en verano.

Como una imagen vale más que mil palabras, la foto que he puesto al principio de la entrada se corresponde con un domingo de los que hablo. Mi labor de pinche para preparar pasteles de verduras, puesta a disposición de la cocinera como en el mercado de las especias de Estambul ( por cierto, mucho más espectacular que el afamado Gran Bazar de la misma ciudad)

viernes, 20 de septiembre de 2013

¿ADIÓS VERANO, ADIÓS?


¿Quién dijo aquello de adiós verano, adiós? Pues se equivocó totalmente tal como era previsible. Se ve que eran más las ganas de que se fueran “las calores” que la realidad que estadísticamente se veía venir.

Cuatro nubes, una ligera bajada de temperatura y todos quieren ponerse un jersey. Ellas, lo primero que se les pasa por la cabeza son las botas (ya he visto a alguna con sus botas puestas caminando junto a una amiga en sandalias)

Aquí, tiempo de playa hasta mediados de octubre. Lo de bañarse es otra cosa pues no a todos les gusta meterse en el mar si no es cuando las temperaturas están de primera página de los periódicos.

Está bien que así sea, porque ir a la playa a finales de septiembre o a principios de octubre siempre es un placer aunque sólo sea por el hecho de que están medio vacías y son pocas las personas que allí están pasando el rato.-

Podemos los blancos de piel que con toda la protección solar del mundo nos ponemos del color de los camarones cocidos, salir de debajo de las sombrillas y dejarnos acariciar por el sol sin miedo a consecuencias dolorosas, despreocupándonos de mantener activo el filtro solar de forma tan estricta.

Es también buena época para paseo marítimo y cervecitas y vinos al sol.

Hay que disfrutar estos momentos para cuando no haya condiciones climatológicas que permitan estos disfrutes.

¿Quién dijo aquello de adiós verano, adiós?. Ya digo, le pudo más las ganas y el ansia que la persistente y contundente realidad de cada año. Le ha pasado lo que, a buen seguro, les pasará a los independentistas catalanes con aquello de “adiós España, adiós”. Dentro de cinco años seguro que todos ellos se preguntarán que quién fue el que dijo aquello de “adiós España, adiós”. Cuatre gats, dirán

jueves, 19 de septiembre de 2013

RUIDO EN EL SÓTANO (MICRORRELATO)

Se tomó el último sorbo de la taza de té, la depositó en el fregadero y fue a ver qué ruido extraño era ese que de vez en cuando se producía en el sótano. Al menos parecía que el ruido procedía del sótano de la casa.

Antes de terminar el té, mientras lo apuraba con la rapidez que la alta temperatura de la infusión le permitía, llamó  en voz alta, en dos ocasiones, intercalando sus nombres, a cada uno de sus dos hijos por si fueran ellos los que estaban en el sótano por haber vuelto antes de tiempo de los entrenamientos del equipo de fútbol al que pertenecían. Nadie contestó. Llamó, esta vez en voz más alta, como para asegurarse de que se pudiera escuchar su voz en el sótano, a su compañero de avatares de la vida, como ella le llamaba. Tampoco hubo respuesta.

Qué raro, pensó. Parece que hay alguien trasteando y moviendo cosas en el sótano. Seguro que está con los cascos puestos escuchando la radio y no se entera. Voy a ir a ver.

Aunque había luz suficiente y en ningún momento, en toda la tarde, se había sentido sola ni había tomado consciencia de ello, algo en su interior le hizo que se alertara. Un súbito repeluco le recorrió la espalda hasta llegar a la nuca y se intranquilizó.

Se dirigió a las escaleras y comenzó a bajarlas, iniciándose  una sinfonía de crujidos de la madera al pisar los escalones que la asustó e hizo que se parara en seco. Nunca había reparado en lo que, allí, se amplificaba el sonido de las pisadas. Será el silencio reinante en la casa – pensó-

Tomó aire y reanudó la bajada al tiempo que comenzaba a llamar a los niños por sus nombres, hasta que llegó a la puerta de acceso al sótano, que extrañamente estaba cerrada pues no era costumbre cerrarla.

-El viento. Mira que le tengo dicho a los niños que anclen la puerta para evitar los portazos.

Abrió la puerta, accedió al sótano de amplias dimensiones que se encontraba suficientemente iluminado a través de las ventanas que estaban –observó-  perfectamente cerradas y vio que no había nadie, que todo estaba en su sitio, aunque pudo ver que la mecedora bajo la lámpara de pie estaba en movimiento como si alguien que estuviera sentado en ella acabara de levantarse bruscamente.

Quedó paralizada, pero pudo entender que no había nadie en el lugar, lo que la tranquilizó. Se acercó a la mecedora para parar su movimiento y vio que sobre la misma estaba el libro que ella había estado leyendo toda la tarde. Justo en ese momento pudo escuchar  muy nítidamente el crujir de la escalera y su propia voz repetidamente llamando en voz alta a sus hijos y a su compañero de avatares de la vida, como ella le llamaba.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

COMPAÑEROS DE TRABAJO


Hoy ha venido a vernos una compañera que compartió cargas laborales durante unos cuantos años en el Departamento en el que trabajo. Ella es administrativa, magníficamente formada y mejor persona, con una capacidad de trabajo muy destacable. Yo, como responsable del Departamento, sabía que lo que le encargara a ella llegaba a buen puerto sin problema ninguno y si se vislumbraba alguno, se anticipaba al problema y aportaba la solución o la vía para neutralizarlo o para minimizar sus consecuencias.

Mientras estuvo con nosotros jamás dio pie a ningún conflicto en las relaciones personales que tan intensas son en los centros de trabajo y que suelen ser fuente de conflictos por la diversidad de caracteres y personalidades, y por la diferente forma de entender las cosas que tenemos las personas según los intereses que cada uno persiga en cada momento.

Realmente la gestión de las personas en los centros de trabajo es un aspecto superimportante y cuando digo gestión de la personas no estoy diciendo gestión de los trabajadores.

Me explico.

Gestionar trabajadores es sacarle el máximo provecho a los recursos humanos que te asignan para conseguir el objetivo laboral que te viene dado o acercarte el máximo posible a ese objetivo. Es decir, que hablamos, desde esa perspectiva, de aspectos tales como la organización del trabajo, el análisis del proceso, descripción del mismo, detección de los puntos negativos, adopción de medidas correctoras, gestión de la calidad, etc., etc.

Ahora bien, gestionar personas es algo muchísimo más complejo ya que el terreno que  pisas en este campo es un terreno muy resbaladizo al entrar de lleno en los sentimientos de las personas y en las emociones de las personas y en esta materia la variabilidad es infinita y no hay reglas fijas para no tropezar.

Tienes que tratar con compañeros bajo tus órdenes no sólo teniendo en cuenta cómo es cada uno sino tratando de evitar y apagar las fricciones que se producen entre los componentes del grupo, que son constantes, variadas y algunas endémicas.

Tan solo se cuenta con una herramienta potente y ésta es la autoridad que te da el ser el jefe. Pero cuidado, porque esta herramienta indebidamente utilizada puede estallarte en la cara y tener un efecto boomerang terrible. No obstante y afortunadamente, es claro que todos coinciden en que hay un “interés general”, que es el interés de la empresa, que constituye la línea infranqueable que, si proyectas la decisión desde esa perspectiva y  hay real objetividad en la misma, hace que lo que finalmente decidas sea acatado sin mayor conflicto. A veces  hay que dar tiempo para que se asimilen las decisiones que se toman y para que baje la temperatura emocional, pues cuando ésta llega a los estándares de normalidad las personas suelen entender que la decisión, si no ha sido arbitraria sino fundada y explicada, se ha tomado con criterio objetivo y sin ánimo de ir contra nadie.

Es importante dejar siempre claro que las decisiones no son dogmas, sino criterios con una o varias razones que los justifican y que, si la actuación que se lleve a cabo conforme a esa decisión  pone en evidencia un error o un acierto incompleto, deben, tras el debido análisis, corregirse, adaptarse o dejarse sin efecto.

Pero lo que quería yo destacar hoy no es la complejidad de “gestionar” los aspectos emocionales en el trabajo sin herir a nadie y sin hacer dejación de la autoridad que como jefe se te ha encomendado, sino cómo los vínculos de amistad que se generan en el trabajo no pasan de ser, en la inmensísima mayoría de los casos, relaciones superficiales.

Lo digo al hilo de lo que he visto cuando llegó hoy la compañera que me ha movido a realizar el comentario de hoy. Justo cuando llegó todos nos levantamos a saludarla con un sentimiento real de satisfacción de verla nuevamente –estoy convencido de ello-, pero pasados los cinco primeros minutos de conversación, fueron haciéndose una especie de pequeños silencios porque se agotaba el repertorio de preguntas propias de estos caos (¿qué tal te va?,¿dónde estás exactamente ahora?, ¿es muy distinto el trabajo, ¿quién es tu jefe?, ¿y tus niñas qué tal?....y poco más). Se me vino a la memoria el día que nos dejó porque no pudo ser contratada más en nuestro centro y la contrataron en otro hospital. Cómo lloraban las compañeras, cómo se abrazaban en acto de duelo. (Es verdad que yo en aquel momento me decía a mí mismo, respecto de la situación que se le presentaba con el cambio de hospital y, con ello, de ciudad, “qué putada, qué putada”)

Este tipo de situaciones, que no son infrecuentes, siempre me hace pensar lo mismo, que somos unos superficiales en las relaciones con los compañeros de trabajo, aunque estas relaciones puedan ser divertidas, llenas de complicidad, y con algo de afectividad.

Pero, la verdad, transcurridos dos días desde la marcha del compañero, salvo contadísimas excepciones, nadie se acuerda del que se fue.

La vida laboral, en este tema, es como una noria de pozo para sacar agua donde roto un cangilón, se sustituye por otro.

martes, 17 de septiembre de 2013

AL TRABAJO EN MOTO


La bonanza climatológica de la Baja Andalucía es conocida y todos sabemos que ello permite mucha actividad al descubierto muchos días del año, incluso en pleno invierno siempre que no haga viento o llueva. Son memorables – por lo fáciles de recordar dada la festividad- los días de Reyes Magos, casi en la mitad del invierno, que se pasan al aire libre, en el campo, en el parque, comiendo en una venta, etc.. Esos días el sol es de lo más agradable y, como digo, salvo que haga viento, no hace frío ninguno.

Una de las cosas que me permite la climatología nuestra es  ir en moto al trabajo, lo que, salvo en los meses de invierno, procuro hacer siempre que no llueva o que el viento de levante no sea de tal envergadura que se conviertan sus  embates en peligrosos desestabilizantes del equilibrio.

Lo disfruto siempre que lo hago, pero cuando más me gusta es en la época en que, cuando hago el camino de ida, o ya ha salido el sol o está saliendo. Estamos hablando de mayo a septiembre, más o menos. En este período la temperatura puede oscilar a las 7:30 de la mañana entre los 16 y los 22 grados según el mes de que se trate y según el  viento que sople sea levante o poniente. Incluso la temperatura puede oscilar unos 3 grados según en qué parte del recorrido me encuentre de tal manera que en la zona de marismas la temperatura es siempre menor, supongo que por efecto de la humedad.

Sentir el fresco de la mañana, que no el frío, es magnífico. Lo siento a través de la cazadora y como la temperatura corporal no se enfría, siento una sensación de bienestar que me da un “subidón” tremendo.

Una vez que salgo de Chiclana a la carretera atravieso una zona inmensa de esteros a un lado y otro de la carretera donde, obviamente, no hay ningún árbol, lo que permite apreciar las láminas plateadas del agua en los laberínticos esteros y en las pequeñas lagunas y caños que hay por el camino.

Al fondo San Fernando, La Isla, mejor dicho, la silueta de San Fernando, en su cara levantina, donde se refleja el sol recién salido, es de una belleza plástica digna de una pintura  o de una buena fotografía. Blanca, muy blanca, con alguna pincelada anaranjada, posada sobre los esteros y las salinas. Hay que verlo.

En esa recta de apenas 5 kilómetros que conecta Chiclana con San Fernando, puedes ver casi a diario, a esa hora mágica de luz, los flamencos en vuelo cruzando de un lado a otro, lo que no deja de sorprenderme por más veces que lo vea. Es un espectáculo. Supongo que duermen en una parte de los esteros y se alimentan en otra. Lo curioso es que, otras veces se ven las cigüeñas cruzando en sentido contrario. Los patos lo hacen indistintamente en un sentido u otro. Tengo que tener cuidado de no despistarme de la conducción.

En ese tramo, es también donde más tomo consciencia del olor que tiene esa zona. Un olor marino profundo, a burgaíllos y cañaíllas, que te obliga a inspirar fuerte par atrapar toda la energía que trasmite ese olor estupendo.

Al llegar al cruce de  Tres Caminos y tomar el sentido hacia Puerto Real, dejo San Fernando a mi espalda y atravieso una zona de más esteros y salinas, pero donde hay dos pequeñas lagunas o humedales donde se pueden ver pequeñas colonias de flamencos.

El recorrido ya es casi recto hasta la salida para entrar en el Hospital, y es todo marismas, salinas y esteros en su margen izquierda, mientras que en la margen derecha, a partir de un punto determinado, empieza a haber construcciones, urbanizaciones, poblados, etc. Esta segunda mitad del recorrido se puede  hacer continuando por la autovía o saliendo a una vía de servicio – que realmente es la antigua carretera-. La salida para esta vía de servicios es la nº.- 666, número diabólico, por lo que, debo confesarlo, he tardado bastante tiempo en decidirme a coger por ahí. Sé que es pura superstición, pero es real que he tardado en decidirme.

En cualquier caso, me pudo el gusto por lo que podía apreciar del paisaje cogiendo por esa vía secundaria. Primeramente porque estás al filo mismo de los esteros y lagunas y en segundo lugar  porque dejas de sentirte enjaulado – la autovía está vallada en todo su recorrido-. Pero hay otra ventaja y ésta es que, cuando ya estás a escasamente a dos kms. del destino, bordeas una zona de pinar denso desde el que hay una vista de la bahía que me gusta mucho. La carretera de servicio está más elevada que la autovía y la visión da una sensación de dominio del paisaje muy agradable. Me encanta cuando con la bahía al fondo, con el perfil del Juan Sebastián El Cano en los astilleros de La Carraca, observas el pasar de los coches por la autovía y paralelamente a ésta, pasa el tren de cercanías con su color rojo y crema compitiendo en velocidad con los coches.

Son 12 minutos los que tardo en moto de mi casa al Hospital donde trabajo, pero los disfruto realmente. A veces me lleno tanto de energía positiva que me pongo a cantar a voz en grito –aunque yo canto fatal-. Nadie me escucha, afortunadamente, pero es verdad que algunos conductores de coches que me adelantan me miran un poco extrañados, como pensando, éste está loco hablando solo. Realmente no hablo, canto.


 
 

lunes, 16 de septiembre de 2013

ME GUSTAN LOS LUNES


Los lunes tienen fama de ser días tristes y desagradables en época laboral, no así en vacaciones porque cuando estamos de vacaciones perdemos la noción del día de la semana en el que vivimos.

La mala fama, ya se sabe, le viene a los lunes porque después de dos días sin levantarse a golpe de despertador y de estar disfrutando de la vida sin la rigidez de un horario establecido y de una rutina  impuesta, es el primer día que uno vuelve a someterse al dictado de los horarios, de las tensiones, de los problemas, etc.

No obstante, tengo que decir que a mi me gustan los lunes o, al menos, no me disgustan.

Yo los afronto con una energía renovada después del descanso del fin de semana y con ganas de retomar lo que no concluí la semana anterior o lo que no llegué a comenzar porque no lo tenía suficientemente maduro. Pero, sobre todo, por  esto último.

Muchas veces, las más, el fin de semana tiene una parte oculta no perceptible, que yo llamo de reflexión interna laboral, y que sirve para darle vueltas, repensar, considerar, sopesar, en definitiva, reflexionar sobre algo que quieres afrontar o emprender en el trabajo y que no tienes claro cómo llevarlo a cabo.

Estas reflexiones no las llevo a cabo los fines de semana en el momento que estoy con los amigos, o cenando con Susana, o en el cine, o en reuniones familiares. Por supuesto que no. Estas reflexiones las llevo a cabo en los variados y largos ratos que a lo largo de los dos días del fin de semana no estoy relacionándome con los demás. Por ejemplo, cuando estoy arreglando el jardín, cortando el césped, podando, etc. O, también, cuando voy a dar una paseo en bicicleta –hablo de una o dos horas- , o cuando voy a “darme un trote” por los esteros y marismas. Por supuesto, cuando sesteo, en el duermevela previo. En fin, hay muchos momentos, como veis.

La mayoría de la veces lo que ha de emprenderse y hacerse requiere una reflexión previa en la que se analice la metodología que se va a seguir, los pros y los contras de esa manera de hacerlo, pero también en muchas ocasiones se requiere idear cómo hacerlo. Casi siempre las cosas no son fáciles de hacer y tan sólo se sabe qué es lo que se quiere, el resultado que se quiere, pero sin saber cómo se debe hacer.
 
Sin duda, los mejores momentos para pensar en cómo afrontar un reto de este tipo se dan haciendo jardinería. Un sábado que te levantas temprano y que te pones a trabajar en el jardín hasta cuatro horas, da para reflexionar mucho, y muy buenas ideas han salido de esos momentos jardineros.

Hay quien dice en mi trabajo que tengo inventiva y que soy creativo. A mí me gusta contestar que realmente lo que me gusta es la jardinería porque se le saca mucho partido y es muy agradecida.

Por supuesto que esos momentos también son buenos para reflexionar sobre cuestiones no laborales, cuestiones puramente personales. Hay tiempo para todo en el fin de semana. Por eso me encanta.

El lunes no es reflexivo o, al menos, no tanto, y si se reflexiona, que también, se hace con menos sosiego. Igual le pasa al martes, miércoles, jueves y viernes. Pero el lunes, a diferencia de los demás días laborales de la semana, la reflexión profunda y serena está muy próxima en el tiempo y es el día que más rendimiento se le saca a esa reflexión.

Por eso me gustan los lunes. Por supuesto, como siempre y como para todo, ha habido y habrá excepciones.

domingo, 15 de septiembre de 2013

PRUEBA HIPICA



El sábado por la tarde estuvimos en una prueba de exhibición – aunque puntuable para el campeonato de Andalucía, según nos dijeron los aficionados que por allí estaban- de conducción de enganches de caballos que se celebró en Chiclana, en la explanada de La Longuera. La denominación oficial era Indoor de Carruajes por lo que pregunté qué era eso de Indoor –pensando que era el tipo de carruaje con el que se competía- y me dijeron que era porque la prueba se celebra en pista cerrada y no en un circuito en campo abierto, en cuyo caso se llama maratón
 
La prueba es bastante espectacular porque se trata de una contrarreloj en un circuito donde hay que realizar muchas giros cerrados a izquierda y derecha y donde el peligro de vuelque del carruaje por la velocidad del mismo en los giros y curvas, se contrarresta con los movimientos y posturas del concursante ( uno o dos, dependiendo del número de caballos) que va en la parte de atrás, de pie, y que agarrándose a unas asaderas que el carro tiene en la parte trasera a izquierda y derecha se deja caer con todo el cuerpo hacia el lado contrario de aquel hacia donde la inercia del movimiento del carruaje tiende, recordando bastante al moviendo y postura que adoptan los tripulantes de las embarcaciones deportivas a vela para contrarrestar el empuje del viento y evitar que el barco vuelque.
 
No es la primera vez que he visto este tipo de pruebas, pero sí es la primera vez que las veo en un circuito en pista cerrada, es decir, en la modalidad indoor. Aunque no deja de apreciarse la belleza también en el circuito en pista, es mucho más espectacular la prueba en el campo abierto ya que allí, más allá del entorno, los circuitos suelen tener mas espectacularidad por las pendientes, los riachuelos, los obstáculos no derribables (árboles como las encinas o los alcornoques).
 
Por razón de seguridad y para que el concursante que maneja las riendas del coche de caballos no se caiga, éste va sujeto con un cinturón o arnés al asiento del carro.
 
Los carruajes son especiales para estas pruebas y en esencia están constituidos por un asiento individual para el conductor y un soporte casi a ras de suelo en parte trasera del carro donde se coloca de pie quien hace de contrapeso en las curvas. Los carros son muy ligeros –por el aspecto yo diría que de aluminio- y tienen un aire deportivo y moderno que llama mucho la atención.
 
Según pude informarme preguntando a los concursantes, no existe un caballo determinado o preferible para este tipo de pruebas. Por tanto la variedad que vimos era la típica donde predomina el caballo español y el hispano árabe. Había otros de otras razas que no soy capaz de identificar. Los que más me gustaron eran unos caballos negros de un porte majestoso y de una alzada mayor de lo que acostumbramos a ver por estos lares, por lo que picado por la curiosidad, pregunté su raza y me dijeron que era un KVPN, un tipo de caballo holandés de competición. Supongo que lo de KVPN serán las siglas de algo en neerlandés. En cualquier caso, los caballos eran preciosos y daba gusto verlos.
 
Si tenéis alguna vez la oportunidad de contemplar este tipo de disciplina hípica no la dejéis pasar.


viernes, 13 de septiembre de 2013

FINDE


Ya está aquí el fin de semana. Para mí esto significa uno o dos días de alto en las limitaciones en el comer y el beber. No quiero decir que llegado el fin de semana me ponga a comer con gula y desordenadamente y a beber hasta caer desmayado como si fuera un hooligan. Nada de eso.

Lo que ocurre es que soy persona que si como 100 gramos de alimento engordo 200 gramos, y si lo que como lo acompaño de una copita de vino, mi peso aumenta 250 gramos; y si dos copitas, 300 gramos. Además, como castigo añadido, no engordo homogéneamente por todo el cuerpo –gracia de la que carezco-, sino que todo va al “flotador” (un flotador deforme que se hincha más por delante y los lados que por detrás) y a la cara.

Cuando uno tiene esa genética, y además es de extremidades delgadas como yo, el cóctel es peligroso. La solución, nunca definitiva, pasa por hacer ejercicio abundante y por comer como un herbívoro los días laborables y hacer excepciones los fines de semana, entendiendo por excepción no la cantidad sino el tipo de alimentos.

Cuando llega el viernes ya estoy soñando con que no voy a tomar cerveza sin alcohol y que esa noche o al día siguiente, a lo más tardar, voy a comer algún plato de los que me encantan y, por supuesto, a tomarme una copita de vino o dos.

Susana, que sabe de este esfuerzo y represión míos  – con resultado, por cierto, que quizá se quede en un aprobado por los pelos-, conocedora como es de mi gusto por el vino fino, suele preparar los viernes para almorzar algún tipo de plato (sólo un plato, todavía es día laboral, aunque sea viernes) compatible con este vino (desde mi personal opinión del maridaje). Me bebo una o dos copas, por supuesto en catavino, y con el vino muy frío. Puedo decir que el placer es inmenso. Eso sí, por la tarde, antes de salir a cenar con los amigos, momento en el que realmente empieza el fin de semana, me voy al gimnasio a quemar las dos copitas de fino. Vino que, por cierto, tan sólo suelo tomar los viernes al mediodía y en el aperitivo del sábado.

Así que como os digo, llegado el viernes la boca se me empieza a hacer agua a partir de las 12: 00 del mediodía y empiezo a recrearme con el plato que me gustaría tomar en la cena y por el que finalmente me decante determinará el restaurante donde vaya a cenar. Ni que decir hay que la decisión es consensuada con Susana, ya que ella también tiene sus preferencias y también está sometida a la disciplina que he comentado.

Hace tres semana probé por casualidad  en un garito de aspecto mediocre una pasta con verduras riquísima. Pregunté a la italiana que lo regenta qué hacía que el plato tuviese un sabor tan sublime y que la verdura terminara teniendo un sabor que no era el esperado y me dijo que era por el vino blanco, un poquito de queso y pimienta con el que hacía el jugo que cohesionaba el plato. No sé si será eso o no, pero el plato está buenísimo.

Hoy creo que repetiré.

jueves, 12 de septiembre de 2013

EL SALAR



La fotografía pertenece al salar de Uyuni que es el mayor desierto de sal continuo del mundo, con una superficie de 10.582 km2. Está situado a unos 3.650 metros sobre el nivel del mar en el suroeste de Bolivia, en el departamento de Potosí, dentro de la región altiplánica de la Cordillera de los Andes.
 
Siempre he pensado que estar en medio de este lugar sin ningún tipo de compañía debe ser angustioso. Y ese pensamiento y esa sensación imaginada es lo que me inspiró y dio imagen al (presunto) poema que escribí hace aproximadamente  un año.
 
El texto refleja el conflicto generacional entre padres e hijos y el esfuerzo que los padres realizamos para intentar influir en el destino de nuestros hijos sin ser conscientes que la decisión sobre su destino la toman exclusivamente ellos. Podemos alegrarnos de que las  que tomen sean las que nosotros deseamos, pero no podemos hacer nada, absolutamente nada, para evitar que la decisión que ellos tomen se aleje un ápice de lo que ellos quieren, aunque eso sea lo contrario de lo que queremos.
 
Una conversación que tuvimos ayer los compañeros de trabajo me hizo recordar este texto, por lo que he decidido incluirlo en el blog.
 
El viento es mi hija y la fuerza de su personalidad.
 

Este es el texto:

“El Viento”
 
Solo, sin nadie desde mi lado al horizonte,
sobre un punto negro en un salar inmenso,
azotado por el viento más intranquilizante
y más incierto que el hombre puede conocer,
-ese viento contra el que no puedes caminar
y que te empuja irremediablemente hasta doblarte-,
sigues manteniendo, como si la vida se fuera en ello
 - y se va-,
la idea de que puedes hacerlo más amable, menos rudo,
que puedes canalizarlo y sacarle provecho,
convertirlo y transformarlo de vendaval en energía
de la que sacar provecho – conforme entiendo-.

Pero el viento tiene su propia manera de entender;
yo no soy el centro, yo no debo canalizarlo,
yo no debo intentar sacarle provecho o rendimiento,
debo dejarlo estar, revolotear a mi alrededor,
debo aguantar sus embates, sus golpes desestabilizantes,
eludir el ramaje que arrastra, su impetuosidad,
entender su esquema de comportamiento tan distinto.

No obstante, como hombre, lo intento y lo sigo intentando,
aunque el punto negro sobre el inmenso salar
al que me aferro como mi único norte, como si la vida se me fuese en ello
-y se me va-,
se me vaya alejando, se me vaya perdiendo y desdibujando.

Aumento con ello mi desorientación y mi inquietud se desborda,
aunque continúo sobre el salar inmenso, que no se hunde,
que no me traga y que mueve el horizonte inalcanzable conmigo.

Y el viento sigue ahí, con su fuerza asombrosa, ajeno a todo,
envolviéndome y empujándome, zarandeándome, inquietándome;
y de repente amaina, se convierte en brisa, te acaricia,
te da un respiro y un descanso para ordenar tu mente y recuperar tus fuerzas.

Pero la naturaleza del viento se impone y al poco, con fuerza,
con mucha fuerza, vuelve e reinar sobre el salar.-

29 de abril de 2012.-

 

miércoles, 11 de septiembre de 2013

CATALUNYA

Tras lo que hemos visto hoy en todos los medios de comunicación de todo el arco ideológico, el deseo catalán es obvio y claro, y su manifestación contundente. Al menos esto parece indudable.
 
Después vienen o vendrán los matices: aquí cada cual que piense en el que  ha elaborado mentalmente para poder digerir la realidad, para adaptarla a sus intereses, para rechazarla, etc. Ahora bien, la realidad, matizada o no, está ahí.
 
Creo, desde la inquietud que este fenómeno nos provoca a todos, que la España no catalana debe dejar de mirar hacia otro lado (el sector de población que así lo hace) y debe dejar de alzar la voz, de inyectar los ojos de sangre y de secársele la saliva (el sector de la población que así lo hace) y sentarse serenamente a pensar en cómo podemos alcanzar soluciones. También creo que la España catalana, debe dejar de mirar hacia otro lado (el sector de población que así lo hace) y debe dejar de alzar la voz, de inyectar los ojos de sangre y de secársele la saliva (el sector de la población que así lo hace) y sentarse serenamente a pensar en cómo podemos alcanzar soluciones.
 
Muchos de los que constituyen las dos partes sembraron tormentas; ahora estamos a punto de recoger las tempestades. (Es preponderante entre los españoles –catalanes y no catalanes- el enfoque futbolístico del diálogo político y de cómo hay que tratar con quien no piensa como nosotros)
 
Convencido estoy de que los españoles no aprenderemos nunca.

Que nadie se ofenda.

martes, 10 de septiembre de 2013

RAFAEL NADAL, NUESTRO RAFA

Rafael Nadal, nuestro gran tenista, después de la proeza de llevarse por delante a Djokovic en la final del Abierto de EE.UU, no se puede más que vitorearle una y otra vez. Magnífico deportista, inmejorable persona, y ejemplar español.
 
No deja de sorprenderme Rafa Nadal. Puedo decir que es un referente para mí y que me encantaría ser amigo suyo y tener la posibilidad de conversar a menudo con él. Estoy seguro que aprendería muchas cosas sobre cómo debe portarse uno para ser una buena persona, un buen ciudadano y un buen español.
 
Por cierto, no me ha sorprendido pero debe resaltarse: ha renunciado a viajar en avión privado desde EE.UU. a España y ha preferido viajar en vuelo regular como un ciudadano más.
 
El vuelo privado lo pagaba la Federación Española de Tenis con la excusa de que como el próximo fin de Semana juega en Madrid partido de la Copa Davis, era lo mejor para que el deportista descansara más. Nuestro Rafa Nadal ha renunciado al privilegio diciendo que la economía de España no está para tales dispendios. La Federación Española de Tenis, nido de politiquillos de tres al cuarto, ha enmudecido.
 
Ojalá hubiese en España un solo político con los valores y el sentido común de Rafa Nadal. Bueno, mejor que uno solo, dos; uno de derecha y otro de izquierda.

lunes, 9 de septiembre de 2013

DEBATE SOBRE QUÉ VER EN TV.


Hoy empieza una serie en Canal + que promete ( “Hijos del III Reich”) y nos hemos estado debatiendo entre  ver esta nueva serie o la nueva etapa de la serie “Isabel”  sobre la Reina Católica, que si es tan buena como la primera etapa, merecerá la pena verla ya que te orienta mucho sobre el nacimiento de la España moderna, y cómo esa reina tenía una idea de España muy novedosa y sobre la que se sustenta la actual España.

Hemos decidido ver en directo la serie sobe el III Reich y ver la de la Reina Católica  en diferido través de “TVE a la carta”, conectando el ordenador a la TV.

Así que aquí estoy esperando que empiece la serie – quedan aproximadamente 15 minutos-, y los estoy aprovechando para escribir mi reflexión del día que la expreso en forma de dos preguntas:

1ª- ¿Por qué Susana Díaz, la nueva Presidenta de la Junta de Andalucía, ha presentado el nuevo gobierno, antes que a la opinión pública, a la ejecutiva regional del PSOE? ¿No es esto una falta de respeto al pueblo soberano? . Dicen que es la tradición de la presentación de los gobiernos en Andalucía. Y digo yo, ¿dónde está entonces la renovación y el cambio?. Por cierto, alguien imagina que cuando Rajoy cambie el gobierno presente el nuevo gobierno antes en la C/ Génova que a la opinión pública? . Habrá que escuchar a la flamante Presidenta.

2º.-¿ Por qué ha regresado desde Buenos Aires, tras el fiasco de Madrid 2020, el presidente de la Comunidad de Madrid, Sr. González, en el avión privado de Florentino Pérez?. Ahí queda la pregunta-

Creo que no hemos aprendido absolutamente nada de la crisis.

domingo, 8 de septiembre de 2013

ES SEPTIEMBRE

Aquí estoy sentado pasadas las 7 de la tarde. Hace aproximadamente una hora que volví de la playa donde he pasado unas horas muy agradables. Nos llevamos unos bocatas, unas cuantas bebidas, y las correspondientes sillas y la sombrilla y hemos estado charlando, contemplando el mar en silencio a ratos, tomando el sol y la brisa, leyendo, dormitando...en fin, todo lo que  habitualmente hacemos en la playa pero, a esta altura del verano, sin calor, con una temperatura muy agradable. Quizá por ello hemos estado más tiempo del habitual.
Ya de vuelta de la playa y siguiendo mi costumbre de ducharme para quitarme toda la "pringue" de la crema de protección solar, me he dado una buena ducha de agua fría, y me he frotado bien para liberarme de las grasientas capas de protección solar. Se ha apoderado de mí una sensación de bienestar y relax buenísima. Me he sentado en la mesa de trabajo de casa y, repentinamente, he tomado consciencia de que es septiembre. Me ha agradado ver que la luz entra a raudales en el salón, esa luz que ya empieza a pasar del amarillo al anaranjado, y , pese a tanta luz, no hace calor. He pensado: ah, es verdad, ya estamos en septiembre. Qué bien, llega el tiempo de la luz sin calor.
Creo que para terminar de relajarme voy a tomarme un poco de ron con coca-cola. Antes recogeré la ropa tendida y sacaré la basura.
Susana anda por la casa haciendo cosas. Creo que ella también es consciente de que ya es septiembre, tiempo de luz sin calor. De momento, para ella, no será un septiembre perfecto hasta el día 16, fecha en la que regresa Antonino - su hijo mayor de 16 años- desde California donde ha pasado un mes perfeccionando su inglés. La verdad es que se le echa de menos.
 

sábado, 7 de septiembre de 2013

COMIENZO

Empiezo hoy el camino bloguero. Es un día, desde un punto de vista anímico, contradictorio, sobre todo a estas alturas del día - son ya más de las 11 de la noche-. Madrid no ha sido seleccionada como ciudad olímpica para el año 2020. He sentido un gran alivio cuando he oído la noticia porque llevaba ya tiempo pensando que con la crisis en la que estamos inmersos en España, meternos en organizar unos juegos olímpicos es una locura. Se está recortando mucho dinero público de educación, sanidad y prestaciones sociales en general y no es presentable gastar en los juegos miles de millones de euros que finalmente serían muchos más.
Por otra parte siento tristeza, pero no porque no estemos en situación económica buena para poder organizar los juegos -la tristeza por la situación económica la vengo arrastrando desde hace tiempo-, sino por haber comprobado una vez más que nuestros políticos son incapaces de tomar ni una sola decisión razonable o sensata. ¿Ha habido siquiera uno solo que planteara retirar la candidatura a organizar los juegos? ( y dejamos fuera los políticos nacionalistas que se oponían por el simple hecho de ser en Madrid no por otras razones).
Pues eso.