domingo, 17 de noviembre de 2013

Y AL FINAL DE TODO, LAS TARTAS


Ya se fueron Peter y Janice, nuestros amigos londinenses, y hemos tenido todo el sábado para descansar. Ha sido una semana, la que ellos han estado aquí, intensa porque ha habido que compaginar obligaciones laborales con obligaciones sociales, y ambas de una intensidad considerable, porque la semanita inglesa, si desde el punto de vista de las salidas, comidas, bebidas, etc., ha sido saturante, desde el punto de vista laboral ha sido densa, peleona, cansina y muy agotadora. Ambas caras de la misma semana han convivido sin mayor disfunción que el cansancio matutino y la cara de agotado que los compañeros se encargaban de recordarme. Así pues, no quiero decir aquello de por fin se fueron pero sí que a mi cuerpo le ha venido bien que se hayan ido.

El último día que estuvieron en Chiclana antes de marcharse para Londres, los invitamos a comer en casa. Siempre que vienen a casa les ofrecemos comida autóctona regada de buenos vinos. En esta ocasión les agasajamos con un exquisito plato de colas de ternera con garbanzos, preparado como menudo en lo que a especias y condimentos se refiere, con tapas previas de fuet, queso, zanahorias aliñadas y aceitunas. No sé cómo calificaron en su más íntimo pensamiento la comida ofrecida, aunque, a tenor del hecho de que repitieron en dos ocasiones, puedo imaginarlo.

Realmente los garbanzos estaban maravillosamente buenos. Los acompañamos con un vino tinto de la denominación catalana de Tierra Alta, fruto de una mezcla de uva tempranillo y cabernet sauvignon que le daba un aroma exquisito y un sabor suave, casi afrutado, nada ácido, que hacía resaltar los sabores del plato de garbanzos y, por supuesto, a la inversa, el sabor de los garbanzos, con el toque picante que tienen, realzaba el sabor del tinto.

Este vino lo probé casualmente unos días antes con estos mismos amigos ingleses, en su casa, que lo habían comprado en un supermercado de forma casual, ya que ellos compran el vino de forma ciega, pues no conocen el espectro vitivinícola español. Al probarlo y gustarme su olor y sabor, le pregunté en qué supermercado lo había adquirido con la intención de ir a curiosear precio y, por tanto, relación precio calidad. Merece la pena adquirirlo, pues tienen un precio más que asequible. Su nombre es Vespral, gran reserva, cosecha 2007; y su precio muy moderado: 2,90.-€.

El sábado, como he dicho, estábamos saturados de toda la actividad de la semana y yo, además, necesitaba sopesar y dejar reposar determinados aspectos y cuestiones laborales –aclararme algunas ideas-, por lo que nos quedamos en casa. El día era frío, pero en el jardín, al sol, se estaba en la gloria. Con un poco de música y un refresco o una cerveza a mano, recostados en las tumbonas, se podía rozar el paraíso y, comentábamos aquello de que como en casa en ningún sitio. EL sol tibio, sintiendo el fresco en los brazos, porque estás en camiseta, y en la cara, te da el calor suficiente para calentarte, acariciándote, sin sentir calor en ningún momento. La música y la bebida hacen el resto de la labor reparadora.

Comimos ligero alrededor de la encimera de la cocina, sin sentarnos a la mesa, y pasamos una tarde de siesta, lectura y televisión, que nos regeneró, y menos mal que nos regeneró porque al día siguiente, hoy, teníamos una pareja amiga en casa invitada a comer, por lo que hemos pasado un domingo culinario intenso, donde todos los platos estaban estupendos, pero tengo que resaltar los postres, uno preparado por Anate, la invitada, que es una cocinera muy afamada, y otro preparado por Susana. Todos nos hemos tomado una porción de cada uno de ellos y no parábamos, me di cuenta, de medio gemir haciendo sonidos de ummmmm¡¡¡ cada vez que nos metíamos una cucharadita en la boca.

El postre preparado por Anate era una tarta de masa quebrada rellena de merengue, chocolote con almendras y peras. El preparado por Susana, era una tarta eslovena de masa brisa rellena de nueces, pasas, canela y ron, que recuerda al struddel alemán y rememora algo a la repostería turca.

Después mucha charla alrededor del té y el café

Un muy buen fin de semana. En todos los aspectos, no sólo el culinario.

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