domingo, 3 de noviembre de 2013

PREMIUM PRO STULTIS


El comportamiento de las compañías telefónicas ante las quejas de los usuarios deja mucho que desear, rayan la estafa, si es que no entran de lleno en ella, y son cómplices de multitud de engaños que llevan a cabo otras personas o entidades pero de las que las compañías de telefonía se benefician sin escrúpulo, a sabiendas de la turbidez o ilegalidad del negocio que ellas facilitan y conocen.
 
Hoy hemos recibido un mensaje sms de Orange, compañía con la que tenemos contratadas las líneas de los teléfonos móviles, en el que nos comunicaba que por el servicio de sms llevábamos facturado algo más de 40 euros.

La semana pasada, intentó Susana localizar en Internet, a través de la página web de Antena 3, el primer capítulo de una serie de TV que empezó a ver a partir del capítulo 2 y tenía interés en ver el primero de la serie.

Dado que Antena 3, a diferencia de RTVE, no ofrece el servicio de televisión a la carta, Susana empezó a buscar páginas donde estuviera disponible el capítulo que buscaba, encontrando una donde podía acceder al mismo pero debía introducir el número de su móvil para que te enviaran un código a través de un mensaje cuyo coste era 1,5 euros; con ese código podías acceder a ver el capítulo que se pretendía.

Recibió un mensaje con el código, pero inmediatamente empezó a recibir una cascada de mensajes, cinco mensajes en tres minutos, con publicidad de diferentes ofertas, si bien en el segundo de los mensajes decía al final del mismo que podías darte de baja en el servicio, que cada mensaje que recibieras te cargaban 1,50 euros, y que para darte de baja tenías que mandar un mensaje con la palabra “BAJA”. Cuando vino a darse cuenta y reaccionó y mandó el mensaje con la palabra “BAJA”, ya habían cargado 8 o 9 euros.

Pues bien, respecto de otro uso de este tipo de ofertas de Internet que hice unos días antes para acceder a una pagina de libros electrónicos, sin haber recibido ningún mensaje de aviso o mensaje, y sin haber recibido ningún mensaje sms en el móvil, nos han facturado algo más de 40 euros según la propia compañía telefónica Orange, que nos alertaba de ello.

Extrañados de que nos facturaran sin haber recibido ningún mensaje – pues de lo contrario nos hubiésemos extrañados y habríamos actuados antes, como en el caso del capítulo de la serie de TV que queríamos ver-, nos pusimos en contacto con Orange, y empezó el esperpento, pero no cualquier manifestación del esperpento sino el esperpento en su más pura esencia.

Hablamos con más de 8 personas distintas para lo mismo y a cada una de ellas teníamos que darle el número de teléfono al que se refería la reclamación, el dni del titular del móvil, el nombre y apellidos y la fecha de nacimiento, para identificarnos, aunque ellos supieran perfectamente que era yo mismo, el reclamante, el que estaba al otro lado del teléfono y para lo que llamaba, ya que bien me había pasado un compañero bien lo leían en la ficha informática que se les abre en su pantalla de ordenador cuando llamas y das tus datos, puesto que en dicha ficha cada operador que habla contigo anota los términos de la conversación y el resultado de la gestión.

De entrada, no entendían que lo que quería era una explicación de cómo era posible que me facturaran mensajes que yo no había recibido en mi móvil, pues ninguno era proveniente de la empresa de libros electrónicos con la que contacté a través de Internet.

Los operadores y operadoras con los que hablaba me indicaban que se me había facturado y por lo tanto eso significaba que los había recibido, a lo que yo les indicaba que no había recibido nada, y así, a modo de diálogo de besugos, todo el tiempo sin que hubiera argumento lógico que les hiciera entrar en razón siquiera para que me pasaran con el departamento que pudiera comprobar si había recibido los mensajes o no. Lo que ellos decían era palabra de Dios y no había más que aceptarla. Se me llegó a decir por una de las operarias que me atendió que los mensajes estaban mandados aunque yo no los viera en mi teléfono, que eso dependía de la configuración del teléfono móvil del receptor, a lo que le requerí una aclaración sobre esto, que era la primera vez que lo oía, y me dijo que para eso tenía que llamar al servicio de información del fabricante de mi móvil. El colmo.

Es de entender que esas conversaciones acabaran con mi protesta de que muy bien, pero que yo no iba a pagar el recibo porque iba a dar orden al banco de  que no lo atendiera, a lo que  ellos contestaron que procedían a bloquear el número, cosa que no creí que hicieran pero que hicieron, por lo que me vi sin poder hacer una de las acciones que ellos me recomendaban, que era que mandara un mensaje sms con la palabra BAJA a un número de teléfono que ellos decían, y, al no hacerlo, correr el riego de que me siguieran mandando mensajes y siguiera incrementándose la factura.

Vuelta a llamar al servicio de atención al cliente que es el único que te dejan activo, y tras exponerle que podía seguir creciendo la factura aún teniendo el teléfono bloqueado y la amenaza de irme al Cuartel de la Guardia Civil a poner una denuncia, activaron nuevamente el teléfono, con la advertencia de que una vez mandara el mensaje de BAJA volviera a ponerme en contacto con Orange.

Cuando volví a llamar nuevamente a Orange, parece que empezó a cambiar la actitud de la compañía telefónica, por boca de sus operarios, y accedieron a cortar la recepción en mi móvil de mensajes de esa empresa estafadora o de  cualquier otra, admitieron que hay compañías que, no sé a través de qué sistema ni de qué forma, consiguen que se facturen los mensajes aunque los mensajes no se hayan mandado nunca, y me terminaron indicando la forma de proceder para que la propia compañía Orange comprobara si esos mensajes se habían recibido o no en mi teléfono y caso de que no se hubieran recibido – que no se han recibido nunca-, no facturarían nada.

Por fin, después de dos horas y media de gestiones entre las dos y media y las cinco de la tarde, con la comida encima de la mesa, la adrenalina en niveles cardíacos, el cabreo amagando con cargarse el fin de semana, etc, parece que se hizo la luz, que la razonabilidad se abrió paso y que el sentido común se impuso.

Estamos indefensos, pero no sólo frente a la corrupción pública y su mangoneo, sino ante la corrupción y el mangoneo privado de las compañías proveedoras de servicios públicos, que siempre pagamos los del pueblo soberano, que cada vez somos menos soberano, si es que alguna vez lo fuimos; y, por supuesto, los políticos, nuestros valedores y representantes, en las musarañas.

Dos cosas he aprendido de esta mala experiencia:

a) nunca, absolutamente nunca, indicar el número de teléfono en una página de Internet para acceder a un servicio en el que previamente te deben mandar un código a través de un mensaje sms.
 
b) si por error, por engaño, o por despiste, se indica el número de móvil, llamar inmediatamente a la compañía que te provea la línea telefónica y ordenar la cancelación del sistema de mensajería que ellos denominan  "Premium".

Hay muchos programas gratis en Internet (Open office, Klavaro, etc) o productos gratis (literatura clásica, música, etc), que efectivamente son gratis, pero alrededor de esto hay muchos vivales que consiguen aparecer mucho antes que la página oficial del producto libre (gratis), y somos legión los que caemos en esas trampas, por lo que hay que estar alerta.
 
Y lo peor no es que esta facturación se denomine Premium, sino el complemento implícito que acompaña a esa solitaria palabra: "para tontos". Quizá debieran, entonces, llamar a este estafa camuflada "Premium pro stultis" o premio para tontos.

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