Ayer fue la víspera de Todos los
Santos, lo que ahora se conoce como Hallowen, y quizá ésta es una de las costumbres
sociales que más pone de manifiesto la diferencia generacional.
Para los que tenemos 50 años o
más, realmente para los que tengan más de 30 años, la víspera del 1 de noviembre
y el propio 1 de noviembre, son unas fechas asociadas a las castañas, a las
nueces y la fruta, toda la fruta de otoño, aunque, en mi caso, tiene especial presencia en el
recuerdo la chirimoya.
Esta presencia de frutos secos y
fruta fresca en abundancia que había en las casas estos días es lo que se
conocía, al menos en mi entorno, como los “Tosantos”. Consistían en unas
grandes cestas hechas con una mezcla de
madera y trenzado de algún material parecido a la enea, pero más ancho y oscuro,
a las que denominábamos barcos, aunque nunca supe si eso era el nombre real de
ese tipo de cestas o cajas o era que en mi familia se le denominaban así por la
forma ovalada que tenían.
Normalmente eran cuatro barcos,
uno de castañas, otro de nueces y los dos restantes contenían la fruta:
manzanas, granadas, naranjas, chirimoyas, tubérculos de batatas – que
posteriormente cocinados con miel o azúcar o asados al horno eran una auténtica
delicia-, peras, piñas, y ya fuera de
las cestas o barcos, la reina del evento, al menos para mí y mis hermanos, la
piña de plátanos, una piña completa, es decir, un racimo completo, que se
colgaba de un palo que se colocaba entre dos estanterías dentro de la despensa,
lugar donde se depositaba todo este lujo de olores, colores y sabores.
Aunque parezca una exageración
tanta fruta y tanta castaña y tanta nuez, que probablemente algo de exagerado
tenía todo aquello pues era mi padre el que se encargaba de los “Tosantos” y mi
padre para casi todo era un exagerado, aquello no duraba muchos días pues
éramos siete hermanos, siete chiquillos, que comíamos como auténticos leones.
Chirimoyas y plátanos eran los reyes de
la fiesta porque eran los más codiciados, sin perder de vista las nueces y
castañas que se podían comer a cualquier hora sin que hubiera límite para ello
–al menos no recuerdo ninguno-
Estas fechas también estaban
asociadas a la venta de flores, sobre todo crisantemos, para llevar a los
difuntos al cementerio, y el centro de la ciudad se llenaba de puestos
ambulantes vendiendo este tipo de flores, lo que ahora ha quedado relegado a
los puestos en los alrededores del cementerio y algún que otro en las entradas
del hermoso mercado central de Jerez, la Plaza. Y al igual que en Jerez, en el
resto de las ciudades.
¿Y ahora? ¿Y los niños y jóvenes
de ahora?. Pues ya para ellos no hay “Tosantos”, ya no hay ambiente cementerial,
supongo que porque el culto al muerto va transformándose y porque cada vez hay
más incineraciones y, por tanto, menos cadáveres a los que visitar. Seguramente
no sepan qué es un crisantemo pero sí saben muy bien que la palabra inglesa
“scary” significa que da miedo y es a esta palabra y a su significado a lo que
ellos asocian las fechas.
Halloween ha tomado el relevo a
la fiesta de Todos los Santos y la de los Difuntos, o va tomándolo poco a poco,
y de momento conviven dos costumbres, dos maneras de entender esto de los
muertos y la fruta; fruta del árbol, jugosa y estupenda, o sabor a fruta en
todas las golosinas que la nueva modalidad de fiesta conlleva.
Dicen que es costumbre importada,
que es extranjera y que ello la hace poco aconsejable, pero a mi Hallween no me
parece ni bien ni mal sino que es una realidad que está ahí y que hay que
aceptarla como viene. Todo cambia y esta
fiestas no iban a ser menos, lo único que me da coraje de todo este cambio es
que me hace tomar consciencia de que he vivido mucho ya, lo suficiente como
para presenciar en mis narices un cambio de costumbres en toda regla.
Siempre me pregunté cómo toda Europa
habló latín sin TV, sin radio y sin los medios de comunicación de hoy en día.
Si se impuso una lengua como el latín, ¿cómo no va a imponerse algo tan
cinematográfico como Halloween?.
Mi primer contacto con Halloween
fue cuando yo tenía 11 o 12 años. El puente de los “Tosantos” lo pasábamos en
aquella ocasión en la casa de mis padres en Valdelagrana, donde por aquel
entonces había pocas casas –por supuesto, paseo marítimo y apartamentos ni se
imaginaban-, y entre las pocas casas que había, bastante de ellas estaban
habitadas por familias americanas de militares destinados en la Base de Rota.
Pues bien, un grupo de amigos
pudimos observar el comportamiento de los niños americanos y cómo se acercaban
a las casas de otros americanos y les daban caramelos después de decir algo que
nosotros no entendíamos pero que debía ser, a buen seguro, lo de “truco o
trato”. Nosotros, intrigadísimos, y con más valor que El Guerra, decidimos actuar
y como no teníamos disfraces y estábamos tan acostumbrados a que cualquier
manifestación social estuviera presidida por una pequeña o grande procesión con
una virgen o un santo sobre una parihuela, no se nos ocurrió otra cosa que
coger una silla de enea del jardín de mi casa, que conmigo sentado en ella, y
los otros cuatro portándola como si fuera eso, una parihuela, nos acercamos a
la primera casa de americanos que vimos y llamamos a la puerta, pero justo
cuando ésta empezó a abrirse, los muy cobardes de mis amigos bajaron la silla al
suelo y se fueron corriendo, dejándome a mí sólo ante la puerta abierta y ese
americano tan enorme. Me quedé más asustado que un gorrión, y a punto estaba de
salir corriendo yo también cuando ese gigantón me dio una cuantas chocolatinas
y se rió.
Ya ha llovido desde entonces y ya
sé qué es Halloween. Ahora soy yo el que compra golosinas para cuando llaman a
mi puerta.
Pues sí Álvaro, Juan también este año ha comprado caramelos para los vecinitos y estuvo por aquí Paulita para participar de la fiesta- Por supuesto en casa tampoco faltan los " Tosantos ", eso sí , en otras dimensiones. Almu
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