lunes, 2 de diciembre de 2013

VIAJE AL SIGLO XIX EN CHICLANA


Estuve en la presentación de un libro recopilatorio de diecinueve relatos escritos por escritores o, más bien, escribidores chiclaneros – y digo escribidores porque ninguno se dedica profesionalmente a eso de escribir-, acto que resultó muy interesante pese a algunas deficiencias sonoras y  alguna que otra falta de cuidado por parte del público.

Aunque todavía no he leído el libro, según la información que obtuve, se trata de diecinueve relatos, unos basados en un muy documentado estudio histórico, por lo que entran más en el campo del ensayo que en el del relato creativo, y otros, unos más y otros menos, son fruto de la fantasía creativa de los autores. Este último tipo es donde encaja el relato de mi amiga Anate Rivera, en el que hace una microtrilogía, es decir tres microrrelatos, basada en el encuentro que se produce como consecuencia de una imaginada máquina del tiempo entre el arquitecto del siglo XVIII, Torcuato Cayón, que, aunque inserto en el barroco, fue impulsor del neoclasicismo, y el chiclanero arquitecto contemporáneo Miguel Vela, arquitecto que diseñó mi casa actual y persona interesantísima de conversación por la visión humanista que tiene no sólo de la arquitectura sino de todo en la vida, además de personaje peculiar.

Anate Rivera es una escribidora muy activa aunque no profesional de esta actividad. Su profesión está en el ámbito de la docencia, donde enseña y difunde la lengua francesa, además de ser la “lectora de lengua francesa” de cabecera de Susana con quien comparte con asiduidad largas caminatas en las que el ejercicio para quemar grasa y la conversación en francés compiten por ser protagonista.

Yo, personalmente, tengo con Anate una relación que se remonta a los inicios de mi relación con Chiclana y, cosa curiosa, la conocí literariamente antes que personalmente ya que mi situación emocional y la de Susana en aquella época fue la inspiración de una serie de bellísimos escritos en formato literario de poemario, en un estilo tan vital, de sentimientos y sonoro que recuerda al de la poetisa colombiana Angela Becerra. De hecho, todos esos poemas constituyen en sí mismo un bloque de escritos suficientes para un libro, pero no se decide a publicarlo. Que sepa Anate que se le hurta a los que gustan de leer poesía un auténtico placer, aunque entiendo que los escribidores siempre tienen sus razones íntimas para no dar a la luz determinadas creaciones.

Tiene publicado tres libros y todo lo que lleva escrito en su columna semanal en el periódico, columna llena de vitalidad, actualidad, sentimientos y de oposición política “a todo lo que se menea”, sin distinción de color o ideología.

Lo más curioso de Anate es que, si sólo la leyeras, no podrías imaginar cómo es ella. Nada tiene que ver su estilo de escritura con su manera de ser y sobre todo con su manera de expresarse oralmente y su graciosa entonación chiclanera de la interrogación, que llega a  ser canción de lo acusada que la tiene. Eso es lo más curioso, pero lo mejor es lo bellísima persona que es, los nobles sentimientos que la guían en la vida.

Pero volvamos al acto de presentación del libro que es de lo que hoy quería hablar. Fue peculiar, ya que se celebró en el hall de entrada del Ayuntamiento que fue habilitado a modo de salón de actos y eso permitió que desde las grandes escaleras del edificio, sin ningún tipo de preámbulo que los anunciara, bajaran cinco personas ataviadas y vestidas a la usanza del siglo XIX, que eran otros tantos actores locales vestido como cinco personajes chiclaneros del mencionado siglo y que han trascendido a la historia por distintas razones, a saber: el poeta García Gutiérrez – el romántico que inspiró y creó los libretos de las óperas de Verdi-, Juan de Mendizábal – el presidente del gobierno que llevó a cabo la famosa desamortización de los bienes de la Iglesia Católica en España-, Francisca (Frasquita) Larrea –famosa feminista y madre de la escritora que escribía bajo el pseudónimo de Fernán Caballero-, José de Cea y García - diputado en las Cortes de Cádiz- y el torero Francisco Montes “Paquiro”.

En el hall existen una serie de cuadros de ciudadanos ilustres de Chiclana entre los que se encuentran algunos de estos personajes por lo que entraron en la sala comentando lo bien que se veían en los retratos y a partir de ahí hicieron una serie de entre estudiados e improvisados diálogos que abarcaron desde su asombro por el uso de móviles que grababan sus imágenes hasta comentarios sobre Ángela Merkel. Hicieron de presentadores de las tres personas que tomaron la palabra y despidieron el acto.

Fue interesante ver a estos personajes históricos haciendo comentarios críticos sobre nuestra situación actual desde la perspectiva de su época y siempre con un toque de humor justo que hizo que la singularidad de la presentación del libro me gustara mucho y me pareciera muy interesante, más allá del mal sonido del equipo de audio y de algún que otro niño correteando por la sala como si aquello fuera una sesión de cine de verano de barrio.

Interesante acto e interesante curiosidad la de que Chiclana, en el siglo XIX, diera y acogiera a tanto personaje ilustre.

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