El país está jodido, muy jodido,
pero la gente tiene ganas de olvidar tanta negrura, tanta tristeza y, sobre
todo, lo que quiere es olvidar que no sabe qué hacer para acabar con esta
situación en la que vivimos.
No me refiero a que no sabe la
gente qué hacer para encontrar trabajo o emprender una actividad con todo el
riesgo que eso supone hoy en día, porque de eso la gente sabe y se busca la
vida como puede, al menos en general, independientemente de que en muchos casos
aunque busques y busques no encuentras. La gente, si es necesario, termina
haciendo algún tipo de chapuza, de trabajo menor, de actividad que, si bien no
implica alta en seguridad social ni contrato ni nada de eso, al menos le
permite hacerse con unos euros que les posibilite sobrevivir, a duras penas,
pero sobrevivir.
Cierto es que no toda la
población se encuentra en esta situación desesperante, pero sí es verdad que
son muchos, cada vez más, los que sí están verdaderamente agobiados porque no
llegan a final de mes, porque no tienen ni para pagar la luz. Los demás, los que
sí podemos pagar la luz aunque tengamos menos ingresos que hace unos años,
también lo pasamos mal por ver lo que hay alrededor y de alguna manera se le
levanta a uno una especie de vergüenza por poder frente al que no puede.
Afortunadamente somos un país en el que las redes de solidaridad social
funcionan muy bien.
Por eso estamos todos jodidos.
Pero los temas económicos, la economía en general, el mercado que dicen, es
algo complejo que los ciudadanos de a pie no llegamos siquiera a entender más
que de forma muy primaria y de andar por casa, llegando a la conclusión que
tienen que ser los políticos los que se dediquen a eso de la economía y a
sacarnos del atolladero. Y es aquí, precisamente, donde radica la clave del
agobio; tienen que ser los políticos los que tienen que lidiar con la cosa
económica y con la cosa pública, pero resulta que los políticos siguen siendo y
comportándose como siempre, es decir, atendiendo a su único y exclusivo interés,
como una casta al servicio de sus propios intereses y no al de los ciudadanos.
Primero lo mío, después los míos y para lo general ya no estoy. Es como si estuvieran
en la lucha política sólo para repartirse el botín: estos años nos lo
repartimos nosotros y los próximos cuatro años, si ganamos las elecciones,
también, y el pueblo que vaya tirando.
Cuando la gente quiere estos días
de Navidad olvidarse de lo jodido que está el país, de lo que más quiere
olvidarse es de que no sabe cómo vamos a arreglar esto de que los políticos son
unos sinvergüenzas; y quiere olvidarse de ello porque sabe o intuye que no puede arreglarse votando al de otro
partido porque todos los partidos son iguales en este tema, ni tampoco puede
arreglarse prescindiendo de los políticos y de los partidos políticos, ya que
son básicos en el sistema democrático y tampoco, en general, la gente quiere
salvapatrias y populistas que no traen más que más problemas, odio y , casi
siempre, sangre.
Así que la gente se siente
perdida en esto, y cada vez más perdida a medida que pasan los días que van
robusteciendo esta crisis y a diario lee en los periódicos las noticias de
corruptelas y atracos a mano armada a los fondos públicos y a los dineros y
riquezas de los ciudadanos sin que se pueda hacer distinción entre partidos
políticos en esta materia, y observa la soberbia de los políticos y, en algunos
casos, sus familiares –porque son clanes de corruptelas lo que hay- ante las
denuncias y los descubrimientos que se hacen por los pocos jueces que en España
tienen el valor de investigarlos a sabiendas de que terminarán más pronto que
tarde expulsados de la carrera judicial por tal valentía.
Por eso la gente estos días está
saliendo a la calle, no a comprar, que también, sino a estar juntos unos con
otros y no sentirse sola y tomarse una copa o unas cuantas copas y cantar y
conjurar y exorcizar la maldición que como pueblo llevamos soportando tantos
siglos, esa maldición de querer tener políticos con vocación de lo público y
que, pese al deseo, salvo excepciones, lo que tenemos son políticos con
vocación de lo privado, políticos sin escrúpulos por atracar el bienestar del
pueblo soberano.
No sé qué tipo de revolución
habrá que llevar a cabo, pero es obvio que alguna habrá de ser. Quizá el sentimiento
colectivo de que estamos democráticamente perdidos porque todos los políticos,
cualquiera que sea su color, entienden el interés general de la misma manera,
es decir, como el interés privado, quizás, digo, esto sea el punto de inflexión
que nos lleve a los españoles que llevamos siglos con el mismo problema a propiciar un cambio que
nos permita afrontar el día a día con más equidad y con menos vergüenza por la
situación y la desigualdad que crece y crece. En fin, con más alegría.
Así que esta Navidad os deseo a
todos un poco de democrática revolución política. Y, quizás, con todos los
poquitos de revolución que deseo a todos consigamos reunir las fuerzas
suficientes para llevarla a cabo.
Feliz Navidad.
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