domingo, 13 de octubre de 2013

CASIOPEA


Hay días que uno se levanta con la mente y el pensamiento nublados y espesos sin saber el porqué.

Esta sensación  no sólo afecta al pensamiento y al sentimiento sino que también trasciende a lo físico de tal manera que se siente uno cansado, casi dolorido, desganado y con un punto de presión en la cabeza que, sin llegar a ser dolor, te hace tomar conciencia de esa parte del cuerpo.

Por más que analices y pienses en cómo has pasado la noche y en qué hiciste, comiste o bebiste el día anterior, no ves la conexión con como te encuentras. Este no ver una relación de causa-efecto provoca un punto de malestar interior, de desasosiego, propio de enfrentarse a  todo lo que es misterioso y no tiene aparente explicación, de lo que no es racional. Es como, llevado al extremo más exagerado, si la muerte estuviera ahí, detrás tuya y no la vieras pero fueses capaz de sentirla.

No estás de mal humor pero estás en los alrededores de su frontera y casi todo resulta incómodo. El deseo más fuerte es el de estar en silencio, callado y rodeado de la mayor tranquilidad posible, haciendo algo relajante como leer, oír música, o simplemente pensar, que es también actividad, sobre todo si se hace de forma analítica, metódica, de forma sincera y para sacar conclusiones que sean útiles para seguir andando por la vida con un mínimo de equilibrio y estabilidad, aunque ya sabemos cómo es la vida y el sensible puente colgante sobre el que camina.

Este estado de inmersión en la nebulosa vital puede durar más o menos tiempo, no suele pasar de una mañana, pero termina pasando y dejando paso a otro estado más agradable y más acorde con las necesidades de la vida, a un estado más físico, donde el movimiento, el cambio de actividad sin solución de continuidad es constante y donde estás permanentemente entretenido, con la mente distraída, por decirlo de alguna manera, y en el que esa nebulosa espesa cuya composición y causas se desconocen, pasa primeramente a un segundo plano y, posteriormente, o desaparece o te olvidas de ella, que realmente no sé si es una cosa u otra lo que pasa.

Empieza la adrenalina -pienso yo que es la adrenalina- a correr nuevamente por el cuerpo y empiezas a sentirte bien y empiezas a cambiar el proceso de pensamiento desde uno de análisis a un proceso de planificación, de proyecto, de acción y, de estar tranquilamente sentando en el sofá descansando, pasas a dirigir todas tus energías a hacer algo concreto, normalmente útil, y, ya sin darte cuenta, haces el tránsito de la situación de pensamiento nublado a pensamiento despejado.

Es obvio que el estado anímico es fundamental para sentirse bien, pero, a veces, pienso que lo físico influye enormemente en lo anímico y te provoca estas situaciones de mente nublada que no dejan de ser  verdaderamente incómodas. A mí no me gusta la inactividad por eso no me gusta que la nebulosa rodee a mi mente.

Creo que es hora de cortar el césped. Me pongo a ello. Creo que será lo mejor para levantar el ánimo. Después coincidiré con gente animada y estupenda para tomarme unas cervezas y conversar, conjurar las cosas malas y reír.

Casiopea se irá y se alejará. Hasta la próxima vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario