Hay días que uno se levanta con
la mente y el pensamiento nublados y espesos sin saber el porqué.
Esta sensación no sólo afecta al pensamiento y al sentimiento sino que también trasciende a lo físico de tal manera que se siente uno cansado, casi dolorido, desganado y con un punto de presión en la cabeza que, sin llegar a ser dolor, te hace tomar conciencia de esa parte del cuerpo.
Por más que analices y pienses en
cómo has pasado la noche y en qué hiciste, comiste o bebiste el día anterior,
no ves la conexión con como te encuentras. Este no ver una relación de causa-efecto provoca un punto de malestar interior, de desasosiego, propio de
enfrentarse a todo lo que es misterioso
y no tiene aparente explicación, de lo que no es racional. Es como, llevado al extremo
más exagerado, si la muerte estuviera ahí, detrás tuya y no la vieras pero fueses
capaz de sentirla.
No estás de mal humor pero estás
en los alrededores de su frontera y casi todo resulta incómodo. El deseo más
fuerte es el de estar en silencio, callado y rodeado de la mayor tranquilidad
posible, haciendo algo relajante como leer, oír música, o simplemente pensar,
que es también actividad, sobre todo si se hace de forma analítica, metódica,
de forma sincera y para sacar conclusiones que sean útiles para seguir andando
por la vida con un mínimo de equilibrio y estabilidad, aunque ya sabemos cómo
es la vida y el sensible puente colgante sobre el que camina.
Este estado de inmersión en la
nebulosa vital puede durar más o menos tiempo, no suele pasar de una mañana,
pero termina pasando y dejando paso a otro estado más agradable y más acorde
con las necesidades de la vida, a un estado más físico, donde el movimiento, el
cambio de actividad sin solución de continuidad es constante y donde estás
permanentemente entretenido, con la mente distraída, por decirlo de alguna
manera, y en el que esa nebulosa espesa cuya composición y causas se desconocen,
pasa primeramente a un segundo plano y, posteriormente, o desaparece o te
olvidas de ella, que realmente no sé si es una cosa u otra lo que pasa.
Empieza la adrenalina -pienso yo
que es la adrenalina- a correr nuevamente por el cuerpo y empiezas a sentirte
bien y empiezas a cambiar el proceso de pensamiento desde uno de análisis a un
proceso de planificación, de proyecto, de acción y, de estar tranquilamente
sentando en el sofá descansando, pasas a dirigir todas tus energías a hacer
algo concreto, normalmente útil, y, ya sin darte cuenta, haces el tránsito de
la situación de pensamiento nublado a pensamiento despejado.
Es obvio que el estado anímico es
fundamental para sentirse bien, pero, a veces, pienso que lo físico influye
enormemente en lo anímico y te provoca estas situaciones de mente nublada que
no dejan de ser verdaderamente incómodas.
A mí no me gusta la inactividad por eso no me gusta que la nebulosa rodee a mi
mente.
Creo que es hora de cortar el
césped. Me pongo a ello. Creo que será lo mejor para levantar el ánimo. Después
coincidiré con gente animada y estupenda para tomarme unas cervezas y
conversar, conjurar las cosas malas y reír.
Casiopea se irá y se alejará. Hasta
la próxima vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario