lunes, 21 de octubre de 2013

"THE RUDE LADY"


Cuando llegamos a la casa en la que hemos pasado unos días, en Francia, al colocar las escasos elementos que constituían mi equipaje, he encontrado en la mesilla de noche unas cuartillas manuscritas en inglés, que inmediatamente comencé a leer pues las encabezaba un título que atrajo mi atención y mi curiosidad: “The rude lady”, que, una vez leído el manuscrito en su totalidad, bien puede traducirse por “La señora desagradable”, aunque, literalmente, más bien debería traducirse por “La señora grosera”. Debe esto quedar a gusto del lector.

El texto narra una serie de hechos y pensamientos de un niño o una niña de, imagino, entre 6 y 9 años, aunque el tipo de caligrafía y el vocabulario evidenciaban que estaba manuscrito y creado por un adulto. Lo he traducido al castellano con la ayuda de Susana y en la traducción he optado por considerar que quien narra es niña y no niño.

Decía así:

“Vamos allí todos los días. Me refiero a la tienda donde compramos el pan.

“No tocar”, es lo que está escrito, en francés, trece veces en el expositor de las golosinas.

A veces me pregunto qué estaba pasando por su cabeza cuando escribía, trece veces, esas palabras.

Ella es alta, delgada y de pelo castaño. Mira a los niños con ojos brillantes y con un leve desprecio dibujado en sus labios.

-¡¡No toques!!- Ella dice esto cuando un chiquillo roza, literalmente acaricia, el recipiente de los caramelos. Tengo la impresión de que ha estado esperando todo el día  para poder decir esto. En ese momento aprecio un toque azul en la comisura de sus labios. Al principio pienso que son manchas del color de un caramelo que está chupando, pero no hay caramelo alguno en su boca. Entonces, me doy cuenta  de los guantes que lleva puestos. Hace calor por lo que me resultan extraños esos guantes.

Mis padres se dirigen a ella en francés. Pienso que les gusta hacerlo, pero la señora siempre los corrige. Ellos no dominan el francés.

Ellos deciden salir de la tienda para esperar fuera mientras  termina de cocerse el pan. Cuando me doy la vuelta para irme con ellos, veo, por el rabillo del ojo, cómo ella me mira.

Su apariencia es ansiosa, como si estuviera hambrienta o algo así. Ella tamborilea con sus dedos sobre el mostrador, con sus dedos enguantados, y me hace señas. Yo no puedo evitar ir hacia ella pues hay algo extraño en todo esto que me hipnotiza y me deja fascinada.

Cuando me aproximo, ella se tapa la nariz, lo que me parece extraño. Coge una lata que está justo a su espalda y la abre para sacar un solo caramelo: un osito de goma. Mi favorito.

Entonces, lo cojo.”

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