martes, 1 de octubre de 2013

YA NO ME ESTRENO


El que se pela se estrena. Esta es un frase, un poco enigmática para mí, que se decía cuando yo era un chiquillo y que servía de salvoconducto a los otros chiquillos para propinarte algo más que una suave palmada en la parte de la nuca cuando te cortabas el pelo.

Desconozco cuál es el origen de este dicho y de esta costumbre de la que no sé si todavía sigue en uso ya que tengo en el recuerdo que se perdió coincidiendo con mi salida de la adolescencia, por lo que tengo la duda de si se trata de costumbre entre niños o costumbre antigua que se ha perdido.

La colleja en el cogote me irritaba enormemente, sobre todo la del listillo de turno, la del matón y la del ad latere del matón, que solían ser más fuertes de lo que el uso social decía debía ser la magnitud de la palmada en la cabeza.

No tengo ni idea qué significa el dicho, por eso digo que me resulta enigmático. Siempre me ha intrigado el significado de las frases hechas que no guardan relación con aquello a lo que se aplica, que en la que nos ocupa es la parte de “se estrena”. En cualquier caso, sea lo que sea que signifique, se me ha venido hoy a la cabeza porque he ido a cortarme el pelo y lo primero que he pensado es que cuando llegue Susana me examinará y me dirá que estoy muy bien y que me han hecho un buen corte de pelo. Pero esto es así desde hace unos meses, porque antes de encontrar la peluquería donde ahora voy, siempre el comentario era para hacerme ver  lo mal que me habían cortado el pelo o lo excesivamente corto que me lo habían dejado. En aquel periodo ya pasado, siempre pensaba: prefería la palmada del chulito de la clase, sobrecargada de fuerza y que me generaba el correspondiente cabreo y protesta.

Encontrar esta peluquería actual no ha sido cosa fácil. En estos años que ya llevo en Chiclana he hecho un auténtico peregrinaje por diferentes locales de todo tipo, desde los más puros de barrio regentados por el peluquero machote que ama la maquinilla de corte más que a su esposa y no tiene ni idea de lo que son unas tijeras, a aquellos locales regentado por bujarrones que suelen tener pintadas las paredes de color pastel y que, según estén hormonalmente, pueden llegar a dejarte para estar oculto varios días hasta que crezca algo el pelo, pasando por aquellas unisex en las que compartes asiento con señoras tiñéndose el pelo o con los bigudíes puestos.

En honor a la verdad he de decir que no todo ha sido culpa de esos peluqueros y peluqueras sino que el reto que tenían  era bien difícil y es que hablo de mi pelo, que no es cualquier pelo. Es un pelo un poco encrespado, con varios remolinos en varios puntos de la cabeza, grueso y duro. En fin, un pelo difícil de gobernar y mucho más de cortar.

Pero Susana estuvo bastante tiempo recomendándome que fuera al que ahora voy, que es al que ella va, sin que yo le hiciera caso  sin ninguna razón para ello. Por fin me decidí a ir con la condición de que el primer día que yo  fuese viniera ella conmigo y le dijera al peluquero cómo quería ella que me cortara el pelo para que cuando llegara a casa no me hiciera comentario ninguno, salvo el de qué bien estás.

Fue un acierto, la verdad, porque más allá de la condición de mi pelo, el tío afronta bien el reto y consigue aceptables resultados. Pero lo mejor de todo es que Susana ya no pone pega ninguna cuando me corto el pelo y yo, ya, difícilmente me acuerdo de la costumbre infantil y no la prefiero a los comentarios hacia mi corte de pelo.

En fin, que ya no me estreno.

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