El que se pela se estrena. Esta
es un frase, un poco enigmática para mí, que se decía cuando yo era un
chiquillo y que servía de salvoconducto a los otros chiquillos para propinarte
algo más que una suave palmada en la parte de la nuca cuando te cortabas el
pelo.
Desconozco cuál es el origen de
este dicho y de esta costumbre de la que no sé si todavía sigue en uso ya que
tengo en el recuerdo que se perdió coincidiendo con mi salida de la
adolescencia, por lo que tengo la duda de si se trata de costumbre entre niños
o costumbre antigua que se ha perdido.
La colleja en el cogote me
irritaba enormemente, sobre todo la del listillo de turno, la del matón y la
del ad latere del matón, que solían ser más fuertes de lo que el uso social
decía debía ser la magnitud de la palmada en la cabeza.
No tengo ni idea qué significa el
dicho, por eso digo que me resulta enigmático. Siempre me ha intrigado el
significado de las frases hechas que no guardan relación con aquello a lo que
se aplica, que en la que nos ocupa es la parte de “se estrena”. En cualquier
caso, sea lo que sea que signifique, se me ha venido hoy a la cabeza porque
he ido a cortarme el pelo y lo primero que he pensado es que cuando llegue Susana
me examinará y me dirá que estoy muy bien y que me han hecho un buen corte de
pelo. Pero esto es así desde hace unos meses, porque antes de encontrar la
peluquería donde ahora voy, siempre el comentario era para hacerme ver lo mal
que me habían cortado el pelo o lo excesivamente corto que me lo habían dejado.
En aquel periodo ya pasado, siempre pensaba: prefería la palmada del chulito de
la clase, sobrecargada de fuerza y que me generaba el correspondiente cabreo y
protesta.
Encontrar esta peluquería actual
no ha sido cosa fácil. En estos años que ya llevo en Chiclana he hecho un
auténtico peregrinaje por diferentes locales de todo tipo, desde los más puros
de barrio regentados por el peluquero machote que ama la maquinilla de corte
más que a su esposa y no tiene ni idea de lo que son unas tijeras, a aquellos locales
regentado por bujarrones que suelen tener pintadas las paredes de color pastel
y que, según estén hormonalmente, pueden llegar a dejarte para estar oculto
varios días hasta que crezca algo el pelo, pasando por aquellas unisex en las
que compartes asiento con señoras tiñéndose el pelo o con los bigudíes puestos.
En honor a la verdad he de decir
que no todo ha sido culpa de esos peluqueros y peluqueras sino que el reto que
tenían era bien difícil y es que hablo
de mi pelo, que no es cualquier pelo. Es un pelo un poco encrespado, con varios
remolinos en varios puntos de la cabeza, grueso y duro. En fin, un pelo difícil
de gobernar y mucho más de cortar.
Pero Susana estuvo bastante
tiempo recomendándome que fuera al que ahora voy, que es al que ella va, sin
que yo le hiciera caso sin ninguna razón
para ello. Por fin me decidí a ir con la condición de que el primer día que yo fuese viniera ella conmigo y le dijera al peluquero cómo
quería ella que me cortara el pelo para que cuando llegara a casa no me hiciera
comentario ninguno, salvo el de qué bien estás.
Fue un acierto, la verdad, porque
más allá de la condición de mi pelo, el tío afronta bien el reto y consigue
aceptables resultados. Pero lo mejor de todo es que Susana ya no pone pega
ninguna cuando me corto el pelo y yo, ya, difícilmente me acuerdo de la costumbre
infantil y no la prefiero a los comentarios hacia mi corte de pelo.
En fin, que ya no me estreno.
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