lunes, 7 de octubre de 2013

JIMENA VIENE A CENAR


Mañana viene mi hija Jimena a cenar a casa. Es martes y puede parecer un día no muy oportuno para cenar juntos, sobre todo cuando ella se tiene que desplazar 30 kms desde Jerez.

Podría pensarse que un sábado o un viernes por la noche es mejor ocasión por aquello de que al día siguiente no hay que trabajar y se puede prolongar más la velada. Sin embargo, el hecho de que sea un día laboral en medio de la semana tiene su punto, que se dice. Permite compartir los hábitos, los sonidos, las costumbres culinarias de los días laborables, que son radicalmente distintas de los días de descanso. Bien es verdad que ese día se cena de forma excepcional en cuanto al tipo de comida ya que se prepara algún plato del gusto de ella, a cuyo fin es debidamente sondeada por Susana con carácter previo o bien Susana tira de alguno de los platos que sabe están dentro de sus preferidos. La otra excepcionalidad es que me tomo una copa de vino ya que los días laborables no tomo bebidas alcohólicas. Una mesa familiar en la que se sienta alguien que no lo hace todos los días merece esas excepciones, y la copa de vino sirve para animar la conversación. Por supuesto, Jimena no bebe ni una gota de alcohol porque tiene que conducir de vuelta a Jerez y eso no tiene la más mínima excepción.

Suele llegar temprano, aunque eso depende de la hora en la que acabe las clases, que las tiene por las tardes. Así que tenemos un ratito antes de la cena para charlar tranquilamente y ponerme al día de las últimas novedades o de ahondar en aquellas que ya conozco pues el cara a cara así lo permite.

La conversación se prolonga mientras preparamos la cena en ese ambiente tan agradable que da el trajín de coger y colocar platos, cubiertos, vasos y copas, y demás elementos de la mesa como la cesta del pan, los picos, etc., mientras Susana termina de preparar lo que vamos a tomar y los olores de la comida lo van  envolviendo suavemente todo.

En la mesa, se unen a la reunión y conversación Antonio y Gonzalo, los hijos de Susana, que hasta ese momento habrán estado estudiando o terminándose de duchar después del entrenamiento deportivo que tanto les estrecha el horario para las restantes actividades.

Tienen una relación de cariñoso respeto mutuo, y me llama la atención y me hace mucha gracia la reverencia con la que contemplan Antonio y Gonzalo a Jimena, supongo que por la diferencia de edad y por lo guapa que la ven. Se caen bien unos a otros y ellos se interesan por las cosas de ella y ella por las cosas de ellos.

Pero lo que más me gusta de cuando viene a cenar es el ratito en el que, al terminar, nos sentamos en el sofá a charlar o a ver algo en la televisión y Jimena se sienta a mi lado y apoya su cabeza en mi hombro o me coge la mano o me acaricia la mano o cualquier otro gesto cariñoso.

Todo lo bueno se acaba y toda magnífica velada no iba a ser menos, así que sobre las 11 de la noche se despide y se va para Jerez, con la única obligación de llamarme en cuanto llegue y la promesa de que se repetirá, de lo que no tengo ninguna duda.

Los días que viene, duermo a “la pata la llana” y me dan energía, mucha energía a mí y a Susana que me ve tan feliz.

1 comentario:

  1. Me encanta ver escrito el nombre de Jimena, yo siempre la llamo así.
    almu

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