jueves, 12 de septiembre de 2013

EL SALAR



La fotografía pertenece al salar de Uyuni que es el mayor desierto de sal continuo del mundo, con una superficie de 10.582 km2. Está situado a unos 3.650 metros sobre el nivel del mar en el suroeste de Bolivia, en el departamento de Potosí, dentro de la región altiplánica de la Cordillera de los Andes.
 
Siempre he pensado que estar en medio de este lugar sin ningún tipo de compañía debe ser angustioso. Y ese pensamiento y esa sensación imaginada es lo que me inspiró y dio imagen al (presunto) poema que escribí hace aproximadamente  un año.
 
El texto refleja el conflicto generacional entre padres e hijos y el esfuerzo que los padres realizamos para intentar influir en el destino de nuestros hijos sin ser conscientes que la decisión sobre su destino la toman exclusivamente ellos. Podemos alegrarnos de que las  que tomen sean las que nosotros deseamos, pero no podemos hacer nada, absolutamente nada, para evitar que la decisión que ellos tomen se aleje un ápice de lo que ellos quieren, aunque eso sea lo contrario de lo que queremos.
 
Una conversación que tuvimos ayer los compañeros de trabajo me hizo recordar este texto, por lo que he decidido incluirlo en el blog.
 
El viento es mi hija y la fuerza de su personalidad.
 

Este es el texto:

“El Viento”
 
Solo, sin nadie desde mi lado al horizonte,
sobre un punto negro en un salar inmenso,
azotado por el viento más intranquilizante
y más incierto que el hombre puede conocer,
-ese viento contra el que no puedes caminar
y que te empuja irremediablemente hasta doblarte-,
sigues manteniendo, como si la vida se fuera en ello
 - y se va-,
la idea de que puedes hacerlo más amable, menos rudo,
que puedes canalizarlo y sacarle provecho,
convertirlo y transformarlo de vendaval en energía
de la que sacar provecho – conforme entiendo-.

Pero el viento tiene su propia manera de entender;
yo no soy el centro, yo no debo canalizarlo,
yo no debo intentar sacarle provecho o rendimiento,
debo dejarlo estar, revolotear a mi alrededor,
debo aguantar sus embates, sus golpes desestabilizantes,
eludir el ramaje que arrastra, su impetuosidad,
entender su esquema de comportamiento tan distinto.

No obstante, como hombre, lo intento y lo sigo intentando,
aunque el punto negro sobre el inmenso salar
al que me aferro como mi único norte, como si la vida se me fuese en ello
-y se me va-,
se me vaya alejando, se me vaya perdiendo y desdibujando.

Aumento con ello mi desorientación y mi inquietud se desborda,
aunque continúo sobre el salar inmenso, que no se hunde,
que no me traga y que mueve el horizonte inalcanzable conmigo.

Y el viento sigue ahí, con su fuerza asombrosa, ajeno a todo,
envolviéndome y empujándome, zarandeándome, inquietándome;
y de repente amaina, se convierte en brisa, te acaricia,
te da un respiro y un descanso para ordenar tu mente y recuperar tus fuerzas.

Pero la naturaleza del viento se impone y al poco, con fuerza,
con mucha fuerza, vuelve e reinar sobre el salar.-

29 de abril de 2012.-

 

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