miércoles, 25 de septiembre de 2013

PARA MÍ, MEDIA TOSTADA


Cuando cumplí 50 años, Inés, la hermana de Susana, me regaló una mochila para ir al gimnasio, de donde deduzco que debo llevar algo más de 3 años yendo con regularidad al centro deportivo, porque no creo que me hiciera ese regalo porque sí, ni que yo empezara a hacer ejercicio para amortizarlo, ya sería raro.

Este dato del momento en que empecé a hacer ejercicio de forma asidua y sometido a una tabla de ejercicios establecida por un profesional en la materia, era algo de lo que no era muy consciente –seguramente porque me da exactamente igual el tiempo que haga que voy al gimnasio-, pero tomé consciencia de ello hace poco de forma causal cuando comentaba con Susana cómo el cuerpo se va a adaptando al ejercicio poco a poco y lo que al principio parece un mundo desde el punto de vista de la resistencia física, pasado un tiempo, ya parece menos y menos, hasta que pasas a un nivel superior y el objetivo primero queda superado. Le comentaba cómo, al principio, diez minutos de carrera en cinta suponían un esfuerzo titánico hasta el punto de que los cinco minutos eran la barrera psicológica a partir de la cual empezaba la cuenta atrás. Y hablando y  hablando sobre el tema y sobre el tiempo en el que el cuerpo va superando los retos físicos, concluimos este dato a partir del regalo con ocasión de mi quincuagésimo cumpleaños.

Yo, realmente, no noto mucho los efectos de hacer ejercicio regularmente. Y no es que haga poco. Voy, prácticamente, cinco veces a la semana y todas las veces corro en cinta 45 minutos y después hago una tabla suave de ejercicios que afectan a todo el cuerpo y que tardo en llevar a cabo aproximadamente una hora, si bien es verdad que hay veces que, por el cansancio, la reduzco un poco.

Es verdad que me encuentro tonificado, que los dolores de espalda por el trabajo diario ante la mesa del despacho desaparecieron y ya ni me acuerdo, que soy capaz de montar en bici por dos horas sin mayores consecuencias, de hacer grandes caminatas también sin consecuencias físicas y que, en general, me siento en forma.

Sin embargo, el efecto principal perseguido, reducir la barriga (eso ahora, porque cuando empecé el objetivo era suprimirla, pero el tiempo me ha puesto en mi sitio), no lo he conseguido en ningún momento. Me aproximo al objetivo más o menos, pero siempre queda lejos. No creo que sea un problema de cantidad de ejercicio sino de ingesta. Me insiste el entrenador ( se llama Miguel y es un tío muy simpático, muy motivado y de trato exquisito) en que la mayor parte del éxito en la pérdida de la barriga está en comer poco y adecuadamente.

La verdad es que, salvo los fines de semana, no como mucho. Siempre me quedo con hambre y si por mí fuera, comería el doble de lo que como y me pondría de bocadillos de chorizo y de galletas hasta “arriba”.

Me encanta comer y sólo me paso la línea roja el día de Nochebuena, Navidad y alguna que otra reunión familiar. En el resto de las ocasiones me quedo con ganas de comer más y de forma voluntaria me reprimo. Pero es para nada. Aunque como dice Susana, imagina cómo sería si no hicieras ejercicio y comieras todo lo que te da la gana.

Uno, que no puede ocultar su realidad porque eso no se puede ocultar, es objeto de broma cariñosa por los compañeros del trabajo con los que desayuno, ya que son sabedores de mi permanente hambre y conocedores de que tan sólo tomo una taza de té y media tostada con aceite, aprovechan cuando piden ellos – cada vez pide uno – para pedirme la tostada completa y cuando la ponen en la mesa, me dicen que se han equivocado y que me han pedido la tostada entera, pero que si no me la como yo se la comen ellos. Por supuesto, yo siempre les digo que no importa que me la voy a comer yo ya que, al fin y al cabo, tengo hambre para eso y para mucho más.

1 comentario:

  1. Yo no hago tanto ejercicio como tú, pero sí ando a diario, incluso me levanto antes de la cuenta para tener tiempo de la caminata -nocturna, por supuesto-, a eso de las 6:30. Mi objetivo no es reducir barriga, sino mejorar la circulación sanguínea y mantener a raya el colesterol (los trigli los combato con unas perlas de omega3 que venden en los herbolarios a buen precio y que he sustituido al quitar el omacor de la lista de medicamentos con descuento) y la tensión. La tostada me la tomo antes de ir al trabajo, no salgo a desayunar, y como tú me comería el manso, no lo puedo remediar. Prepárate el sábado. Ah¡ llevaré burbujas, que sé que os gustan. Hasta pasao mañana.

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