Tras lo que hemos visto hoy en todos
los medios de comunicación de todo el arco ideológico, el deseo catalán es
obvio y claro, y su manifestación contundente. Al menos esto parece indudable.
Después vienen o vendrán los
matices: aquí cada cual que piense en el que
ha elaborado mentalmente para poder digerir la realidad, para adaptarla
a sus intereses, para rechazarla, etc. Ahora bien, la realidad, matizada o no,
está ahí.
Creo, desde la inquietud que este
fenómeno nos provoca a todos, que la España no catalana debe dejar de mirar
hacia otro lado (el sector de población que así lo hace) y debe dejar de alzar
la voz, de inyectar los ojos de sangre y de secársele la saliva (el sector de
la población que así lo hace) y sentarse serenamente a pensar en cómo podemos
alcanzar soluciones. También creo que la España catalana, debe dejar de
mirar hacia otro lado (el sector de población que así lo hace) y debe dejar de
alzar la voz, de inyectar los ojos de sangre y de secársele la saliva (el
sector de la población que así lo hace) y sentarse serenamente a pensar en cómo
podemos alcanzar soluciones.
Muchos de los que constituyen las
dos partes sembraron tormentas; ahora estamos a punto de recoger las tempestades.
(Es preponderante entre los españoles –catalanes y no catalanes- el enfoque
futbolístico del diálogo político y de cómo hay que tratar con quien no piensa
como nosotros)
Convencido estoy de que los
españoles no aprenderemos nunca.
Que nadie se ofenda.
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