martes, 17 de septiembre de 2013

AL TRABAJO EN MOTO


La bonanza climatológica de la Baja Andalucía es conocida y todos sabemos que ello permite mucha actividad al descubierto muchos días del año, incluso en pleno invierno siempre que no haga viento o llueva. Son memorables – por lo fáciles de recordar dada la festividad- los días de Reyes Magos, casi en la mitad del invierno, que se pasan al aire libre, en el campo, en el parque, comiendo en una venta, etc.. Esos días el sol es de lo más agradable y, como digo, salvo que haga viento, no hace frío ninguno.

Una de las cosas que me permite la climatología nuestra es  ir en moto al trabajo, lo que, salvo en los meses de invierno, procuro hacer siempre que no llueva o que el viento de levante no sea de tal envergadura que se conviertan sus  embates en peligrosos desestabilizantes del equilibrio.

Lo disfruto siempre que lo hago, pero cuando más me gusta es en la época en que, cuando hago el camino de ida, o ya ha salido el sol o está saliendo. Estamos hablando de mayo a septiembre, más o menos. En este período la temperatura puede oscilar a las 7:30 de la mañana entre los 16 y los 22 grados según el mes de que se trate y según el  viento que sople sea levante o poniente. Incluso la temperatura puede oscilar unos 3 grados según en qué parte del recorrido me encuentre de tal manera que en la zona de marismas la temperatura es siempre menor, supongo que por efecto de la humedad.

Sentir el fresco de la mañana, que no el frío, es magnífico. Lo siento a través de la cazadora y como la temperatura corporal no se enfría, siento una sensación de bienestar que me da un “subidón” tremendo.

Una vez que salgo de Chiclana a la carretera atravieso una zona inmensa de esteros a un lado y otro de la carretera donde, obviamente, no hay ningún árbol, lo que permite apreciar las láminas plateadas del agua en los laberínticos esteros y en las pequeñas lagunas y caños que hay por el camino.

Al fondo San Fernando, La Isla, mejor dicho, la silueta de San Fernando, en su cara levantina, donde se refleja el sol recién salido, es de una belleza plástica digna de una pintura  o de una buena fotografía. Blanca, muy blanca, con alguna pincelada anaranjada, posada sobre los esteros y las salinas. Hay que verlo.

En esa recta de apenas 5 kilómetros que conecta Chiclana con San Fernando, puedes ver casi a diario, a esa hora mágica de luz, los flamencos en vuelo cruzando de un lado a otro, lo que no deja de sorprenderme por más veces que lo vea. Es un espectáculo. Supongo que duermen en una parte de los esteros y se alimentan en otra. Lo curioso es que, otras veces se ven las cigüeñas cruzando en sentido contrario. Los patos lo hacen indistintamente en un sentido u otro. Tengo que tener cuidado de no despistarme de la conducción.

En ese tramo, es también donde más tomo consciencia del olor que tiene esa zona. Un olor marino profundo, a burgaíllos y cañaíllas, que te obliga a inspirar fuerte par atrapar toda la energía que trasmite ese olor estupendo.

Al llegar al cruce de  Tres Caminos y tomar el sentido hacia Puerto Real, dejo San Fernando a mi espalda y atravieso una zona de más esteros y salinas, pero donde hay dos pequeñas lagunas o humedales donde se pueden ver pequeñas colonias de flamencos.

El recorrido ya es casi recto hasta la salida para entrar en el Hospital, y es todo marismas, salinas y esteros en su margen izquierda, mientras que en la margen derecha, a partir de un punto determinado, empieza a haber construcciones, urbanizaciones, poblados, etc. Esta segunda mitad del recorrido se puede  hacer continuando por la autovía o saliendo a una vía de servicio – que realmente es la antigua carretera-. La salida para esta vía de servicios es la nº.- 666, número diabólico, por lo que, debo confesarlo, he tardado bastante tiempo en decidirme a coger por ahí. Sé que es pura superstición, pero es real que he tardado en decidirme.

En cualquier caso, me pudo el gusto por lo que podía apreciar del paisaje cogiendo por esa vía secundaria. Primeramente porque estás al filo mismo de los esteros y lagunas y en segundo lugar  porque dejas de sentirte enjaulado – la autovía está vallada en todo su recorrido-. Pero hay otra ventaja y ésta es que, cuando ya estás a escasamente a dos kms. del destino, bordeas una zona de pinar denso desde el que hay una vista de la bahía que me gusta mucho. La carretera de servicio está más elevada que la autovía y la visión da una sensación de dominio del paisaje muy agradable. Me encanta cuando con la bahía al fondo, con el perfil del Juan Sebastián El Cano en los astilleros de La Carraca, observas el pasar de los coches por la autovía y paralelamente a ésta, pasa el tren de cercanías con su color rojo y crema compitiendo en velocidad con los coches.

Son 12 minutos los que tardo en moto de mi casa al Hospital donde trabajo, pero los disfruto realmente. A veces me lleno tanto de energía positiva que me pongo a cantar a voz en grito –aunque yo canto fatal-. Nadie me escucha, afortunadamente, pero es verdad que algunos conductores de coches que me adelantan me miran un poco extrañados, como pensando, éste está loco hablando solo. Realmente no hablo, canto.


 
 

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